Hay tiempos en los que no hay mucho que decir, a veces sucede, y cuando no es importante o sirve de algo lo dicho, es mejor guardar silencio…, eso es lo que estoy haciendo, sin embargo miro, miro y escucho el palpitar de mi vida y de los que de alguna manera y forma me acompañan, escucho silenciosamente los latidos de la tierra y de las formas que moran en ella, aún cuando el tiempo se ha detenido.
La mesa está tan silenciosa como yo, sobre ella dejo una pluma de la cual resbala una pequeña mancha de tinta que se esparce milimétricamente dibujando una huella tan delgada que podría desaparecer en tan solo una fracción del tiempo, ahhh el tiempo!!, si existiera el tiempo…
La ventana me regala un rayo de luz, se resbalan unas pelusas imperceptibles a la mirada cotidiana, o esa mirada que tal vez no tiene ganas de detenerse en las cosas “sin importancia”.
Me pego por unos segundos en las ranuras de la madera, es una mesa vieja de madera que adoro, es una mesa que sostiene el paso del tiempo sin inmutarse, es una mesa llena de silencios, de tiempo inexistente y de nudos que parecen arboles vivos.