Creo en tí alma mía, Walt Whitman
Desvariando con Whitman. Otro de mis autores preferidos. Lo admiro porque tiene la palabra cruda, no vestida ni almidonada, yace en las ideas como lo haría un hoja que cae suave en un lago calmo, y ahí, en esa quieta calma se embelesa con la frescura que absorbe del agua, sin transmutarla ni vestirla ni cambiarle un átomo de su esencia. En este poema me regocijo por los caminos que nos muestra, el amante y la totalidad.
(5)
Creo en ti, alma mía, el otro que soy
no debe humillarse ante ti,
ni tu debes ser humillada ante el otro.
Yo soy tanto como tú, tú eres tanto como yo, ni vale más la hoja que mi nombre, ni la dulzura de tu alma que las mieles de la mía, y sigue Whitman…
Retoza conmigo sobre la hierba, quita
el freno de tu garganta,
no quiero palabras, ni música,
ni rimas, no quiero costumbres
ni discursos, ni aún los mejores,
sólo quiero la calma, el arrullo de tu
velada voz.
Deja la vestimenta que ornamenta tu ser, déjame disfrutar de la totalidad que mora en el más silencioso instante en que tu voz velada llega a mí, pura, sin las ataduras de la garganta.
Recuerdo cómo yacimos juntos cierta
diáfana mañana de verano,
cómo apoyaste tu cabeza en mi cadera
y suavemente te volviste hacia mí,
y apartaste la camisa de mi pecho, y
hundiste la lengua hasta mi corazón
desnudo,
y te extendiste hasta tocar mi barba,
y te extendiste hasta abrazar mis pies.
Prontamente crecieron y me rodearon
la paz y el saber que rebasan todas
las disputas de la Tierra,
¡Oh amante! que te haces uno en mi morada, de tanto amor, te haces en mi carne, carne. Y tu lengua, la que porta la palabra es capaz de despertar mi corazón abriendo las puertas que ponen los límites, no hay bisagras ya. Corre los cerrojos y muestrame en develada quietud los dolores de la tierra y sus cicatrices. Ya no hay misterio, por el amor que infundes en mí.
y sé que la mano de dios es mi
prometida,
y sé que el espíritu de Dios es mi
propio hermano,
y que todos los hombres que alguna
vez vivieron son también mis
hermanos, y las mujeres mis
hermanas y amantes,
y que el amor es la sobrequilla de la
creación,
y que son incontables las hojas rígidas
o lánguidas en los campos,
y las hormigas pardas en los pequeños
surcos,
Una vez más; Yo soy tanto como tú y tú eres tanto como yo, soy la hoja que arde en cada corazón humano, como la piedra que reposa en el camino…
y las costras de musgo en el cerco
sinuoso, las piedras apiladas, el saúco,
la hierba carmín y la candelaria.
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Hermoso poema, Patricia. E igualmente hermoso e inspirador el texto que has sabido intercalar entre esos versos de una manera tan expresiva.
También la obra de Walt Whitman es una de mis preferidas, sobre todo «Hojas de hierba», que ciertamente es su libro clave, aunque toda su obra sea igualmente interesante.
Feliz semana y un fuerte abrazo,
Luis
Volvemos a coincidir en poetas que nos hacen sentir sus versos de manera especial. Hace muchísimos años que descubri a Walt Whitman en aquellas «Hojas de hierba» y desde entonces le consideré uno de mis poetas preferidos.
Por cierto, lamento lo de tu cohe aunque veo que lo has aceptado de la manera más acertada, que ninguna cosa material nos altere la vida. Me alegro de tu postura.
Saludos
Que bueno que te gustó Luis, es un hombre tan interesante de ahondar, como su obra, que a la larga se concentra en «Hojas de Hierba» y sus muchas edidiones y actualizaciones. La riqueza de su palabra se concentra en el movimiento filosófico al que perteneció, trascendentalismo, que tiene mucha coherencia. Siempre hay algo que redescubrir en su poesía.
Un abrazo cariñoso para ti.
Ernesto.. que bueno que vamos coincidiendo en algo tan sensible como es la poesía. En cuanto al auto… sí, son sensaciones raras más que de perdida, es como sentimiento de invasión muy extraño. Pero ya pasarà, como todo.
Un abrazo.
Oh Patricia, lo he leido y es precioso.
Los poemas si que alimentan el alma…
Un beso
Que bueno que te gusto, Whitman es para leerlo y releerlo y siempre engolozinarte el alma y el intelecto. Un abrazo para ti con cariño
es muy bello!! GRACIAS