Amazonas

 

Tratando de retomar los estados de consciencia.

 De a poco estoy volviendo a mi normalidad, esa que es mía y donde puedo zambullirme en mi propio pensamiento consciente. No ha sido fácil, muchos proyectos, poca gente lo que quita manos que te ayudan, y esa letanía que toma en el verano, tal vez por esa necesidad de descanso.

Tengo la extraña costumbre de guiar mis estados anímicos con la música, según el estado en el cual necesito o quiero estar, elijo la música, sin embargo ayer ella me eligió a mí y sin darme cuenta me encontré rememorando mi verano del año 2009, febrero para ser exactos. Estaba en el Amazonas, todo el mundo me decía que estaba loca, «vayanse a Sigue leyendo

AMAZONAS

CRONICAS DE UN VIAJE QUE ME PARTIÓ EN DOS

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EL AMAZONAS

Hoy Manaos lució distinto, después de abrazarnos a una lluvia fatigosa que nos mojó hasta la sombra el día de ayer, todo parecía perfecto. Nos pasó a recoger Antonio, nuestro guía y su esposa Ivonni, una mujer hermosa, piel color canela, ojos vivos y una sonrisa que abría el mundo. Antonio, bueno él es todo un personaje, de rasgos nativos, también atractivo y dulce, eficiente, simpático, experto en su trabajo, hablaba 3 idiomas, en resumen un agrado de hombre y un excelente guía turístico.  Llegaron antes de la hora acordada pero apenas los vi sonreí, ellos eran el primer paso real a nuestro encuentro con el Amazona. 

Después de cruzar Manaos en unos pocos minutos, llegamos al mercado de las bananas, antesala del puerto, un hombre le tiraba a otro, racimos de pequeños plátanos, éste los recibía con maestría e iba formando verdaderos castillos, todo en perfecta armonía y equilibrio. Más allá el «mercado di pesci» , con cientos de puestos donde que exponían la más rica variedad de pescados. Unos metros más allá, el puerto, como suele suceder en todos los puertos del mundo, los olores eran intensos, los rasgos de la gente amistosos, muchos barcos de todos los tamaños y fines, el nuestro nos sonrió a la distancia, era perfecto, no muy grande, tampoco pequeño, de dos pisos, en el primero estaba la cocina, los camarotes, uno de ellos el nuestro, el comedor, cocina y la pequeña cabina del capitán. Segundo piso, terraza, donde se colgaban hamacas para los que no querían dormir en las cabinas, buenas para pasar la tarde y tal vez para los más jóvenes dormir durante las noches.

Al llegar al barco nos presentaron a Collin y Dale, dos jóvenes «Gringos», (al terminar el viaje me dio una tristezas de esas extrañas, de esas tristezas que te aprietan un poco el corazón por tener que separarte de alguien con quién compartiste algo realmente especial), luego a nuestro capitán, un ayudante (bajiño) y la Sra. Antonia, cocinera del barco, ella se encargaría de prepararnos unas exquisiteces, que dicho sea de paso terminamos todos con un par de Sigue leyendo