CHARLES BAUDELERE


CHARLES BAUDELAIRE:

Encontramos en la poesía de Charles Baudelaire un doble aspecto de interés; como ocaso del Romanticismo y como puente hacia la Literatura Simbolista y precursor de la poesía del siglo XX. Trabajaremos la poética de Baudelaire como precursora del Simbolismo en tres aspectos esenciales, siguiendo el enfoque, en parte de A. Balakian «El movimiento Simbolista»:

a) En su concepción del «poeta»;

b) en su concepción de la Poesía, y

c) en el delineado del perfil del Decadente, tan importante en la estética de la escuela y del movimiento finisecular que hemos llamado Simbolismo.

En su concepción del Spleen , asco de sí mismo, o hastío, Baudelaire se aleja del Romanticismo y se acerca a la poesía pos- romántica. Baudelaire vuelve sobre sí mismo para hundirse en la perversidad que lo llevará a la destrucción y a la muerte.

El primer aspecto en que nos fijaremos es entonces en ese concepto del Poeta que cambió decididamente la poesía occidental.

Mientras que la poesía de corte hugoniano concibe al poeta como un profeta que ilumina el porvenir, por lo tanto, su misión es sagrada, en Baudelaire el poeta es un ser sufriente y agobiado, que está rodeado de sordos oídos y pétreos espíritus.

En el poema LES PHARES encontramos ya un mundo nuevo: la poesía es testimonio de dolor y de la dignidad humana en medio del llanto. Si bien con el símbolo del Faro, retoma un tema de estirpe romántica acá aparece decididamente transformado: el poeta es un ser sufriente que puede además llegar a ser desafiante.

Baudelaire introduce en 1859 la palabra modernidad, captar en la ciudad la belleza hasta ahora no descubierta. Lo moderno es lo transitorio y lo fugitivo: el poeta debe sacar de lo eterno de lo transitorio. ¿En qué se convierte entonces el poeta, poco a poco desde Baudelaire? Creemos que hay en esta concepción un intento de reservarle al poeta un espacio privado, luminoso, que le permita descifrar las analogías del universo. Está pues fundando la actitud estetizante y aristocrática de los futuros torremarfilistas.

El poeta se transforma entonces en un decodificador del universo, un descifrador o intérprete visionario que ve allí donde los demás se encuentran perdidos. Por eso el dolor.

«Esas maldiciones, esas blasfemias, esos lamentos,
esos éxtasis, esos gritos, esos lloros, esos Te Deum,
son un eco repetido por mil laberintos;
para los corazones mortales son un opio divino

Es un grito repetido por mil centinelas,
Una orden que mil portavoces envían;
Es un faro iluminado mil ciudadelas,
Un llamado de cazadores perdidos en los grandes bosques

Pues es realmente, Señor el mejor testimonio
que podemos dar de nuestra dignidad
ese ardiente sollozo que rueda a través de los siglos
y que viene a morir a la orilla de vuestra eternidad»

En este texto de enorme belleza ya concibe Baudelaire al nuevo poeta contemporáneo: en potencia hay ricos elementos que conformarán ya la estética simbolista. Es un testimonio ardiente del concepto del poeta; se mueve en medio de la oscuridad para iluminar pero es maldito porque ve y sabe lo que no debería, y canta lo que no se quiere escuchar. Hay sufrimiento en cada uno de los hemistiquios que plasman el ritmo entrecortado del llanto, además con el discurso asindético. Esos cazadores son los poetas, y si entendemos etimológicamente la palabra Símbolo, en una de sus acepciones podemos ver que se asimila a «red» o malla para atrapar. ¿Qué atrapa el poeta? Debe traducir, atrapar los significados ocultos. La simbología de los «bosques» por ejemplo va a ser intensamente explotada por la imaginería simbolista, en tanto objetivación de lo inconsciente, de los laberínticos espacios interiores. En el pensamiento primitivo, la asociación entre el bosque y el peligro, lo misterioso e intrincado, llevó a que se rindiera culto a los dioses allí o se los ubicara como morada de ellos. Es el poeta el que, con su verbo, debe traducir los símbolos trascendentes en IMÁGENES que acerquen al hombre a lo sublime.

El sufrimiento del poeta por encontrar el verbo, la fórmula del lenguaje evocador, es lo que sin embargo testimonia la dignidad del hombre, que pese a todo se sabe finito, se sabe mortal. Frente a la Creación el poeta encuentra sólo vestigios de la divinidad y busca plasmarlos en símbolos, en analogías que operen en el lector una suerte de encantamiento sublime…»opio divino». El poema transforma ese concepto del poeta como iluminado y lo perfila como hiperlúcido y sufriente de su condición.

Poetizar, trabajar artísticamente, la mimesis del universo se vuelve grito y blasfemia. El poeta ya no es un historiador a lo Hugo, sino un antihistoriador, que se maneja no lo terreno sino lo eterno. El artista debe apelar a las resonancias de su obra. Elige para este poema una verdadera pinacoteca privada, en la que desfilan desde Rubens hasta Delacroix, y las sutiles melodías de Weber para elaborar un concepto del artista: el Arte es la forma de trascendencia y de atisbar las luminosas esferas de la eternidad, experiencia que desde ya un espíritu como el de Baudelaire entrevió como agonía. Dirá Baudelaire a propósito de LAS MUJERES DE ARGEL de Delacroix: «Este poemita íntimo, saturado de reposo y de silencio, repleto de ricas telas y de baratijas de adornos, exhala no sé qué agudo perfume de rincón perverso que nos transporta rápidamente a los insondables limbos de la tristeza…». En este juicio Baudelaire hace poesía de la pintura por primera vez en el siglo XIX. . No olvidemos que Baudelaire fue un verdadero precursor de la crítica de Arte, y que en este poema, realiza desde lo lingüístico una poética de la plástica.

«Los Faros», es un testimonio del concepto baudeleriano de poeta y su función en el mundo, y resulta además un excelente ejemplo para concebir otro aspecto que desde Baudelaire fertilizó la poética ya no sólo del fin de siglo, sino de todo el arte del siglo XX: la fusión de las artes . Once estrofas en las que ocho están dedicadas por un vocativo inicial y una metáfora reveladora de la esencia de cada artista
En el intento de escapar del Tedio de la negrura de la vida, Baudelaire encuentra los Paraísos Artificiales. En el Poéme du haschís, concibe toda una teoría sobre la estimulación artificial del intelecto que rompe la concepción de la inspiración poética como la entendía el Romanticismo. Pero la Muerte se ofrece como salida a un espacio liberador, desconocido y atrapante. Recordemos que si bien él se tenía por un Dandy, en realidad su terrible atracción por el «gouffre», el Abismo, lo perfila como el precedente genuino del Decadente y del poeta Simbolista.

En la aspiración de Baudelaire a un mundo más vasto y significativo encontramos un antecedente del torremarfilismo simbolista.

Se acerca al concepto del poeta insatisfecho de su entorno, del que ya no encuentra saciedad alguna en las cosas del mundo en uno de los SPLEEN que más perfilan el futuro Decadente, pero que sobre todo, anteceden la poética del mal de Lautréamont-Maldoror.

Su interés por el gouffre, por el abismo, sitúa su interés por su destino personal en un nivel metafísico y en este sentido es un precursor indiscutible de la escuela del 1885, especialmente de Mallarmé, quien en su obra poética no hace otra cosa que traducir en símbolos los arcanos del universo. Esta preocupación por el abismo, sea por lo Celeste, L’AZUR o su oxímoron las profundidades del Mal, se convertirá en la clave del espíritu decadente. El «coqueteo» con la muerte será manantial de donde beban los simbolistas. En este poema vemos el poeta maldito, el insatisfecho, el hastío y el Spleen:

«Soy como el rey de un país lluvioso,
rico pero impotente, joven pero muy viejo,
que de sus preceptores desprecia las reverencias

……………..

Nada puede alegrarlo, ni caza ni halcón

……………..

su lecho flordelisado se transforma en tumba

……………

No ha sabido entibiar ese embrutecido cadáver
Donde corre en vez de sangre el agua verde del Leteo.»

Algo desde el punto de vista retórico muy importante aparece en este poema y es el cultivo de lo hiperbólico y más aún del oxímoron que serán recursos de la futura imaginería simbolista. El poeta se define como rey pues se presenta aún una postura artística bastante aristocrática, pero la decadencia es brutal, hasta el logradísimo oxímoron ya casi lautreamoniano: «joven esqueleto».

Poe fue esgrimido como arquetipo del decadente gracias a Baudelaire y Wagner el disparador intelectual de nuevas asociaciones para la comunicación poética.

La muerte y bucear en el mal se vuelven para Baudelaire medios para escapar del tedio, y en este sentido ya es un forjador del concepto que luego Verlaine llamaría POETA MALDITO y un antecedente de lo que llamaremos ANTROPOFAGIA CULTURAL en la poesía del Conde de Lautréamont. En cuanto a la voluntad de huir que hereda de los románticos, Baudelaire la encauza a las oscuras esquinas de la Rue de S. Antione…

El poeta se transforma entonces en un DESCIFRADOR, en un TRADUCTOR que ve allí donde los demás están ciegos. Esto nos hace pensar en una novela de José Saramago «ENSAYO SOBRE LA CEGUERA», en la que toda una comunidad queda ciega por una desconocida fatalidad, pero la única que permanece con el don de la vista, la «mujer del médico» es en realidad la que más sufre, la que ahoga su humillación y su llanto en la aguda conciencia de ser el único guía, la iluminada maldita que observa las más repugnantes facetas de la humanidad.

La voluntad de DESCIFRAR como un egiptólogo, tiene interesantes puntos de contacto con la estética simbolista en tanto el Simbolismo trabaja a partir de un discursos de fuerte poder evocador, sugestivo y hechizante a partir de la asociación de tipo musical: en este sentido el empleo de la imagen como recurso clave estableciendo puentes analógicos entre realidades.

Esta idea de las asociaciones secretas deviene del pensamiento swedenborgiano y están interesantemente planteadas por Baudelaire en el soneto CORRESPONDANCES.

Pero hemos elegido otro poema para ejemplificar el tema del lenguaje pre- simbolista en Baudelaire, y la acabada plasmación de las asociaciones del universo interior del artista y el Macrocosmos: HARMONIE DU SOIR:

«Llega la hora en que vibrando sobre su tallo
cada flor se evapora igual que un incensario;
los sonidos y los perfumes giran en el aire de la tarde;
¡Vals melancólico y lánguido vértigo»

La fórmula mágica es la IMAGEN , y el hechizo está también en el valor fónico del lenguaje.

Creemos que la sensualidad y el poder hechizante del verbo en este poema es conmovedor. El manejo exquisito del matiz, de la imagen en función de la sensibilidad frente al ocaso: el hombre extasiado frente al cielo del atardecer y al espectáculo sensual de la naturaleza empapada de correspondencias con el espíritu humano.

La estructura toda del poema tiene un trabajo simbolista en esencia; el segundo y cuarto verso de cada estrofa se reitera en el primer y tercer verso de la siguiente a modo de «puente comunicante» en la partitura musical. Los únicos versos que no se repiten son el primero del poema, y el segundo y el cuarto de la última estrofa.

Las resonancias en el francés son bellísimas.

«Del pasado luminoso recoge todo vestigio
………………
Tu recuerdo resplandece en mí como un ostensorio»

Desde el título mismo se abandona la estructura del pensamiento racional por una sensibilidad musical, por el lenguaje de la Música.

Baudelaire demuestra en todo el poema cómo la realidad exterior realiza su más estrecha correspondencia con la vida interior del poeta cuando se encarna en las formas musicales. Todo el poema está sustentado en un discurso indirecto y la comunicación poeta lector se da a través de las imágenes y es en este sentido que lo encontramos como texto precursor del Simbolismo. La conexión con Verlaine es evidente: la música se vuelve vehículo de expresión de ideas por su sustancia simbólica.

Si bien el poema está construido en base a la analogía entre el ritmo del atardecer y el progresivo ensimismamiento del poeta podemos caer en el riesgo e sospechar un sentido romántico: pero no hay trascendentalismo en el texto, como estilaba la poesía romántica. Ni hay paralelismo entre psiquis y cosmos sino una proyección del hundimiento del corazón del poeta en su propio abismo:

«El sol se ha ahogado en la sangre endurecida»

Aquí la naturaleza no abarca al poeta sino que sirve como instrumento, como correlato objetivo para la expresión poética. Aparecen también formas difusas, matices, perfumes, el incienso, por ejemplo: reproduce una atmósfera saturada de reminiscencias sensuales, que nos «transporta» a lo oriental, lo erótico y exótico; pero por otro lado el incienso es lo que se usa para purificar los recintos sagrados. Hay una contradicción radical que se resuelve sin embargo en una sensación sola a nivel estilístico y poético:

apenas perceptible silueta de la flor intensamente perfumada, en el claroscuro del ocaso.

También aparece otro indicador que será ampliamente trabajada por los simbolistas: el «Cielo», dirá Mallarmé «ese gran hombre».

Este incipiente deslumbramiento ante el Azur que aún en Baudelaire no termina de cuajar porque el poeta no puede elevar la mirada, todavía el abismo es imán más poderoso.

«El cielo está triste y hermoso como un gran altar»: La comparación continúa la línea de reminiscencias sacras, en la que el hombre se vuelve devoto no a dios sino a

«La nature est un temple où de vivants piliers»….

En «Harmonie…» también los perfumes, los colores y los sonidos se responden; músicas sutiles, livianas que parecen fundirse en el clima de embriaguez sensual del poema. «Le violon frèmit comme un coeur qu’on afflige»

Los acordes verlinianos ya parecen escucharse. La relación entre la música y los sentidos ya la experimentaría Baudelaire sobre todo en su devoción por Wagner, amor que compartirá con los simbolistas. Pero junto a la simulación de la estructura musical en el texto también hay un juego de sonidos musicales : el estado interior del hombre, su tristeza, está modelado con cualidades de la naturaleza. Aquí Baudelaire ejemplifica el poema simbolista; la verdadera personificación de lo mental a través de las manifestaciones de la naturaleza: música, violines, ocasos y altares: del Romanticismo al simbolismo. Viniendo de los románticos, Baudelaire evidencia una nueva concepción del artificio poético. Más allá de la Inspiración que hereda de sus antepasados literarios, la poesía se transforma en él en una voluntad de arquitectura, en un esfuerzo por racionalizar esa actividad, por convertirla en una tarea pura del intelecto. Anuncia en este sentido a Mallarmé y también a Verlaine.

Para Baudelaire es la IMAGINACIÓN FANTASIA y SUEÑO el manantial de inspiración y en este sentido es un claro antecedente del Surrealismo.

La poesía surge entonces como posibilidad de salvar de lo temporal los sueños del hombre y salvarlo a él mismo de la certidumbre del tiempo destructor.

«La fantasía descompone toda la creación y con los materiales recogidos(…) crea un mundo nuevo»: esta frase es también un anticipo de la pintura Impresionista y de la plástica contemporánea. Baudelaire llega más lejos: vincula la Matemática y la Música, anunciando al jefe de Escuela del Simbolismo. Es quien incorpora además sabiamente a la crítica y a la poesía la tarea literaria como construcción consciente, la palabra adquiere un valor especial por sí misma y en asociación con las demás del enunciado.

a) La fuerza evocadora de las palabras por el poder transformador de las imágenes,

b) La concepción del poema como construcción consciente

c) Su perfil de decadente avant la lettre;

la elección de la sinestesia y la imagen poética como quid de la exposición indirecta de los estados espirituales más complejos; la estimulación musical cuyos efectos entrevé multidimensionales son los puntos en los que nos apoyamos para plantear a Baudelaire como precursor del Simbolismo francés de fin de siglo.

Parte de la poesía baudeleriana contiene los gérmenes de la sensibilidad del hombre del siglo XX y su técnica ya casi es simbolista: inauguran la nueva poesía de la modernidad. Hallar en la deshumanización de la ciudad una nueva misteriosa belleza, es la clave que nos lleva a establecer paralelismos con la «poética del mal «de Lautréamont

Si CORRESPONDANCES y HARMONIE son clarísimos textos pre- simbolistas, si AU LECTEUR y SPLEEN sugieren la desintegración de los valores y la descomposición lenta y sinuosa del hombre «civilizado» que alimenta «un millón de helmintos» en su cerebro, es con la poética de Lautréamont que esto llega al escándalo, al escarnio. A la rutilante denuncia que el alter- ego MALDOROR hace de un mundo que se ha regodeado en la Orfandad metafísica no para crear una alternativa de trascendencia, aunque sea en el Mal, sino que se ha deshumanizado «civilizadamente».
«Expresaré pacientemente todas las razones de mi asco al género humano. Cuando esté absolutamente solo, buscaré una religión…y en el momento de la muerte abjuraré de esta religión para mostrar mi asco a la estupidez universal». Esta cita, que está extractada de J.P. Sartre, de la carta que Baudelaire le escribiera a Ancelle en 1864, nos sirve para entroncar con nuestra segunda etapa de estudio: si vimos que la poética baudeleriana es un antecedente simbolista, la poética de LES CHANTS DE MALDOROR también lo es.

Baudelaire ve en Satán el prototipo de belleza dolorosa: vencido, caído, culpable, desterrado del universo. El mal, dirá Baudelaire, se hace sin esfuerzo, naturalmente, el bien es siempre producto de un arte.

Dice Sartre, Baudelaire vivó en una época en la que acababa de inventarse el porvenir. Tuvo de nacimiento, en una época determinista, la intuición de que la vida espiritual no se nos da sino que hay que construirla y su lucidez reflexiva le permitió formular el ideal de la posesión de sí mismo: el hombre es verdaderamente él mismo tanto en el bien como en el mal. «Siempre me ha obsesionado la imposibilidad de explicarme ciertas acciones o pensamientos repentinos del hombre sin la hipótesis de la intervención de una fuerza maligna, exterior a él». Carta a Flaubert 1860.

Eligió Baudelaire encontrar su voluptuosidad en la insatisfacción más que en la posesión. Es horror a la vida y temor perpetuo a ensuciarse. Eligió el suicidio simbólico, pues en él el crimen es concertado, deliberadamente realizado. No corresponde de ningún modo a la desidia: es un contra bien : la creación poética lo seduce porque le permite ejercer su libertad sin peligro.

 Tomado de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero21/malditos.html

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