Reflexiones en silencio
El crepuscular de este maravilloso día que se vacía en mis ojos a la distancia, me hace perderme en pensamientos que no tienen coherencia, me dejo llevar por paisajes solitarios y dejome caer en acantilados sin tiempo hasta que logro afirmarme de alguna orilla. Sólo me dejan atisbar su profundidad.
El sonido de la radio me trae a de regreso a la “realidad”, al lado, los autos van pisando las calles presurosos, me imagino que tienen la misma urgencia que yo por llegar a sus casas, y me pregunto, ¿qué les espera a ellos?, qué vida tienen, son felices, ¡que piensan!, ¿piensan?, seguramente piensan y mucho, y eso no es muy bueno. ¿Tendrán minutos de silencio donde se permitan sentir la vida que palpita en su interior?. ¿Valorarán todo lo que la naturaleza les está entregando tan abierta y generosamente?, sobre todo en este período tan especial de tiempo, ¿o pasarán por el minutero arrastrándose sobre las paredes de edificios, aparadores, autos o tanta otra sutilidad que nos ha dejado el día?.
Nos movemos como errantes hormigas entre el ego de lo adquirido, incluso lo que tanto nos ha costado, como aquello que colgamos en alguna pared con un grueso marco de madera y que en la práctica, si no somos libres, de nada nos sirve.
Vacilamos mareados como si navegásemos en un barco que se pierde en la inmensidad de un océano ante el menor desequilibrio de las emociones…, y no nos damos cuenta que tenemos eso y tantas cosas más pero, NO SOMOS emociones, ni pensamientos, ni apegos, ni siquiera la ansiada alegría o la temida tristeza, somos mucho más que eso, algo que es indescriptible e inexplicable, sólo vivible… y se llega a la comprensión de esa verdad sólo a través del hundirse en las profundidades de uno mismo y en el más hondo silencio. No a través de maestros, ni guías o gurús. No a través de líderes, ya que no hay tal, no, sólo a través del recóndito y maravilloso camino que desandas cuando te adentras en el silencioso camino a tu interior.