Entre el cielo y la tierra


Tengo una sensibilidad que me agota, me deja exhausta y cansada.
Me hace sumergir de una forma tan intensa y profunda en el dolor, en el placer, en la alegría…

Soy de una intensidad que me abisma, cuando soy mar, no soy cualquiera, soy un pacifico atronado, violento y bravo, cuando soy tierra, late en mi cada árbol y espiga, cada hierba silvestre, cada piedra que descansa en mi vientre, cada río que baila por mis dedos.

El fuego no me quema, ¡arde en mí!, el aire no me mueve ya que, ¡soy huracán!, el agua es un remanso en mi emoción.

Me disuelvo de una manera extraña en la vida, y soy en ella, soy toda y entera en el crepúsculo, en el sendero yermo, en la muerte, en la vida que florece en cada bocanada del día.
Esta sensibilidad me deja tan exhausta,  que a ratos dejo de existir. Es ahí cuando me quedo quieta, inerte y blanca.
No hay hombre,  hijo,  mujer o madre que puedan llegar a mí, porque soy ellos.

Entre el cielo y la tierra estoy yo con esta sensibilidad, que a ratos  me deja plena, y otros, me deja tan exhausta…

 

del libro… «Entre el cielo y la tierra»

5 pensamientos en “Entre el cielo y la tierra

  1. Precioso Pat,lo tengo leído,alguien me regalo el libro(sonrío),esta poesía tuya es mansa transmite paz,paz interior tan necesaria.Celebro que existas y que te haya conocido,un beso amiga!

  2. Conozco demasiado bien el agotamiento que mencionas.

    Esto que has escrito me da un deja vu…. ¿lo habré leído antes? Bueno, no lo sé, pero en todo caso a mí nadie me ha regalado ningún libro así que por ese lado no fue…. ¿Por cierto, dónde/cómo se consigue?

    Primero pensé robármelo y publicarlo en mi blog… ya no estoy segura de que debería. Pero es que es TAN «mío» si me permites la palabra… ahora no sé qué hacer…. Me imagino que será como enamorarse de alguien que ya tiene dueña.

    Se requiere tu presencia en Mundito. [No sé por qué nadie más te viene a buscar y punto, siempre tengo que andar de mandadera.]
    🙂

  3. Así es, querida amiga: algunos padecen de migrañas o del estómago, y nosotras, las poetas, padecemos (?) la enfermedad de la extrema sensibilidad.
    Pero eso nos permite, como dices, tener empatía con las cosas que suceden, las buenas, las malas, las alegres o las dolorosas.
    Eso, por cierto, nos puede hacer crecer. Y entre el cielo y la tierra hay mucho trampo para poder hacerlo…
    Un beso

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