Rosario Castellanos, aniversario de su muerte.


Nació en la Ciudad de México, el 25 de mayo de 1925. Vivió su infancia y adolescencia en Comitán, Chiapas, México; falleció en Tel Aviv, el 7 de agosto de 1974.Estudió la licenciatura y la maestría en filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Con una
beca del Instituto de Cultura Hispánica estudió cursos de posgrado sobre estética en la Universidad de
Madrid.

Fue promotora cultural en el Instituto de Ciencias y Artes en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; directora de
Teatro Guiñol en el Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, en el Instituto Nacional Indigenista
en San Cristóbal, Chiapas; directora general de Información y Prensa de la Universidad Nacional
Autónoma de México (1960-1966); profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
Nacional Autónoma de México (1962-1971).

Se le nombró embajadora de México en Israel de 1971 a 1974.

Fue becaria Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores de 1954 a 1955.

Obtuvo el Premio Chiapas 1958, por Balún Canán. En 1961 se le otorgó el Premio Xavier Villaurrutia por
Ciudad real. En 1962 su libro Oficio de tinieblas obtuvo el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. Además,
fue merecedora al Premio Carlos Trouyet de Letras, 1967, y al Premio Elías Sourasky de Letras, 1972.

Elegí estos poemas que me parecieron especialmente bellos. Damos nuestro pesame a nuestro querido Mexico por esta perdida, cuando un país ha dado vida a seres tan notables como esta poeta, solo resta agradecer el regalo que nos ha dejado. Su obra.

Dos meditaciones

Considera, alma mía, esta textura
Áspera al tacto, a la que llaman vida.
Repara en tantos hilos tan sabiamente unidos
Y en el color, sombrío pero noble,
Firme, y donde ha esparcido su resplandor el rojo.
Piensa en la tejedora; en su paciencia
Para recomenzar
Una tarea siempre inacabada.

Y odia después, si puedes.

II

Hombrecito, ¿qué quieres hacer con tu cabeza?
¿Atar al mundo, al loco, loco y furioso mundo?
¿Castrar al potro Dios?
Pero Dios rompe el freno y continua engendrando
Magníficas criaturas,
Seres salvajes cuyos alaridos
Rompen esta campana de cristal.

Presencia Algún día lo sabré. Este cuerpo que ha sido
Mi albergue, mi prisión, mi hospital, es mi tumba.

Esto que uní alrededor de un ansia,
De un dolor, de un recuerdo,
Desertará buscando el agua, la hoja,
La espora original y aun lo inerte y la piedra.

Este nudo que fui (inextricable
De cóleras, traiciones, esperanzas,
Vislumbres repentinos, abandonos,
Hambres, gritos de miedo y desamparo
Y alegría fulgiendo en las tinieblas
Y palabras y amor y amor y amores)
Lo cortarán los años.

Nadie verá la destrucción. Ninguno
Recogerá la página inconclusa.
Entre el puñado de actos
Dispersos, aventados al azar, no habrá uno
Al que pongan aparte como a perla preciosa.
Y sin embargo, hermano, amante, hijo,
Amigo, antepasado,
No hay soledad, no hay muerte
Aunque yo olvide y aunque yo me acabe.

Hombre, donde tú estás, donde tú vides
Permaneceremos todos.

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