Benedictinos y el retiro


Después de estar vagando por más o menos dos semanas entre nubes grises donde todo era confuso, y el temor a un mañana catastrófico me estaba hiriendo la esperanza, tomé una decisión. Necesitaba aislarme. Me vine donde  a veces recurro a pesar de no ser católica, a los Curas Benedictinos.

Escribí y el dulce padre Beno me contestó enseguida brindándome la esperada acogida.  Así son ellos. Me recibieron como siempre, con una mirada limpia, una sonrisa llana y esa generosidad que hace tan bien al alma.

Me encerré en mi pequeña celda desde el viernes. Cerré la puerta, deje el bolso sobre la silla y miré por la ventana, había un liquidámbar  sencillamente hermoso, estaba muriendo con lentitud y sobrecogimiento, sus hojas ensangrentadas brillaban de gozo ante ese cambio inminente que llegaría a su vida, ¿tal vez pensaba en el nuevo nacimiento que le esperaba dentro de unos meses?.  Luego guardé mis cosas, saqué mi computador y escribí un rato, todo lo que mis pobres ojos cansados soportaron. Abrí la ropa de cama y me metí en ella.

La primera noche fue extraña, mientras trataba de conciliar el sueño  me puse a pensar en los personajes de mi novela y de alguna manera se compadecieron de mí,  ya que salieron de las  páginas para venir a hacerme compañía, ellos también viven en celdas como estas. Apagué las luces,  prendí la vela, y ahí estábamos, ellos, las tantas almas que habían estado antes que yo en esa misma cama,  mis pensamientos y yo. Descorrí el velo del tiempo y me sobrecogió lo tanto que pude comprender. Mis pesares se hicieron más intensos, mis alegrías más sólidas y tuve ganas de llorar hasta que decidí dejar de pensar en mí, curiosa sensación, dejar de pensar en uno para ser en el resto. Me dejé llevar por lo tanto que hay además de MÍ, todo un planeta que está herido y de cada una de sus heridas mana sangre que mata a miles de seres humanos.

Recé a ese Dios mío, tan mío que no puedo explicarlo, le pedí que ardiera aún con más fuerza en mi corazón y mi sangre, que hablara más fuerte en los corazones de aquellos que se han vuelto sordos y a los tantos que acuden a misa y a su llamada casa, ignorantes que su hogar es cada ser humano que miran, cada pedazo de tierra que pisan, cada animal herido y que dejan tirado en las calles, cada niño con hambre y al cual ni siquiera miran. Pedí para que SU presencia se haga más tangible en su corazón y menos en su cerebro…, y lentamente me dormí. Los sueños fueron intensos, vividos como yo, como mi alma y mi personalidad. (tan indomable esta bestia personalidad que tengo).

El sábado fue hermoso, (a pesar de que las campanas comienzan a pelear protagonismos desde  las cuatro de la mañana, hora que se levantan los monjes) el sol brilló con aún más fuerza sobre el liquidámbar que seguía en su ocupación de morir, el pasto estaba verde y preparado como si con un sólo empujón de Dios, pudiera saltar y caer en miles de pequeños tallos sobre los secos senderos que invitaban a la meditación.

En la tarde decidí ir a la misa llamada «Vísperas», había poca gente para una misa tan hermosa. (Esta capilla tiene la particularidad de que toda su misa es cantada). Luego salí al parque, escogí mi lugar de poder (ahh, fue hermoso), me recosté en una pequeña pila de piedras de no más de treinta centímetros que separaba un sendero de un pequeño risco donde se anidaba un bosque de arboles mayores, y me dejé llevar por el vaivén de sus verdes, vivas y gráciles hojas, y pensé, pensé en todo hasta que dejé de hacerlo, recordé a Erik, el que espero será mi maestro por una parte de éste,  mi camino, (estoy tomando clases de yoga con él, una yoga distinta a otras que he hecho, en ella se nos enseña además a meditar de una manera que ha logrado abrir puertas que no sabía siquiera existían), y comencé, «en un lugar más alto…, o tal vez más arriba…, o tal vez…, más profundo», su voz resonaba en mí memoria, una voz que invita a seguirla hasta que  lentamente me fui ahí, a ese lugar » más profundo» y pude ver, realmente ver más allá de lo que estaba ahí, comprendí que el temor no existe, soy yo la que lo crea, comprendí que nuestra tierra está clamando por ayuda, sí, de nuestra ayuda, ella depende tanto de nosotros como nosotros de ella. ¡Qué 2012, terremotos y maremotos…, o erupciones volcánicas!, todo seguirá si no tomamos consciencia de que debemos detener sus heridas.
Comprender que es  nuestra más pura esencia la que ha de protegerla. ¿Cómo…,? ¿Cuándo entenderemos que somos ella?, que estamos ligados unos a los otros, que nada ocurre sin que atañe al que está al lado.

Mientras más pensamientos de bienestar, mientras más pensamientos de protección, sanidad y de paz tengamos, más tiempo duraremos en ella. 

Dejemos el temor, dejemos la soberbia y el egoísmo de pensar sólo en nosotros mismos y abramos un poco nuestra mente para que pueda llegar la claridad. Dejemos que salga el temor y entre de una vez la verdadera luz que mata la ceguera de la ignorancia espiritual.

Un pensamiento en “Benedictinos y el retiro

  1. Recé a ese Dios mío, a tú Dios amiga Patricia que te hace escribir bellas letras y reflexiones que llegan al corazón de los que te leemos…, y así podemos ver, buscar el equilibrio justo de lo sencillo, eso que podemos encontrar en la naturaleza, esa que tantas veces olvidamos y negamos…, con tan pocas palabras siempre marcas el camino invisible para algunos, visible para otros…
    Un saludo grande y bello para ti. “Felicitaciones”
    C.

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