Literatura Indu
Rabindranath Tagore
Pájaros perdidos (fragmento)
» Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan,
y se van volando.
Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar,
aletean y caen en ella, en un suspiro.
Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos,
¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de
infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un
beso de lo eterno.
Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor
su sonrisa.
Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán
ver las estrellas.
-Mar, ¿qué estás hablando?
Una pregunta eterna.
-Tú, cielo, ¿qué respondes?
El eterno silencio.
¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está
queriendo amarte!
El misterio de la vida es tan grande como la sombra en
la noche. La ilusión de la sabiduría es como la niebla del
amanecer.
No te dejes tu amor sobre el precipicio.
Me he sentado, esta mañana, en mi balcón, para ver el
mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda y
se va.
Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas
suspiráis vuestra alegría en mi imaginación!
Tú no ves lo que eres, sino su sombra.
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
¿por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas? »
(Tomado de El poder de la palabra)
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Más….. (Lycos)
SI ME ESTÁ NEGADO EL AMOR
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?
¿Y por qué este necio corazón continúa,
esperanzado y loco, acechando el mar infinito?
AFORISMOS
Como las gaviotas y las olas nos encontramos y nos unimos.
Se van las gaviotas volando, se van rodando las olas; y nosotros también nos vamos.
Si de noche lloras por el sol, no veras las estrellas.
La luz del sol me saluda sonriendo.
La lluvia, su hermana triste, me habla en el corazón.
Si echo mi misma sombra en mi camino, es porque hay una lámpara en mí que no ha sido encendida. Tu sol sonríe en los días de invierno de mi corazón, y no duda jamás de las flores de su primavera. Cuando el día cae, la noche lo besa y le dice al oído:
‘Soy tu madre la muerte, y te he de dar nueva vida’.
El misterio de la vida es tan grande como la sombra en la noche.
La ilusión de la sabiduría es como la niebla del amanecer.
Leemos mal el mundo, y decimos luego que nos engaña.
TRÁNSITO
Sé que esta vida, aunque no madure el amor,
no está perdida del todo.
Sé que las flores que se mustian al amanecer,
las corrientes que se extraviaron en el desierto,
no están perdidas del todo.
Sé que cuanto se regaza en esta vida, cargado
de lentitud, no está perdido del todo.
Sé que mis sueños no realizados, mis melodías
sin cantar, están cogidos a una cuerda tuya del laúd;
que no están perdidos del todo.
EL JARDINERO
Mi corazón, pájaro del desierto,
ha encontrado su cielo en tus ojos,
¡ en tus ojos, cuna de la aurora,
imperio de las estrellas,
cuya profundidad se lleva mis canciones!
¡ Deja sólo que me abisme en ese cielo,
en esa solitaria inmensidad!
¡ Deja sólo que me entre por tus nubes,
que se abran mis alas en tu sol!
……..
Cuando vengo a despedirme, una sonrisa incrédula cruza tus ojos.
Me he despedido tantas veces, que siempre crees que he de volver;
y a decir verdad, yo también lo creo…
Porque los días de primavera siempre vuelven;
y la luna llena se despide y vuelve; y así lo hacen las flores a las ramas…
Si yo te digo adiós, ¿por qué no he de volver también?
Pero conserva por un momento la ilusión; ¡no la espantes con tanta rudeza!
Cuando te digo que me voy para siempre, créeme;
y que un velo de lágrimas ahonde tus ojos un instante.
Luego, cuando vuelva, ¡ríete de mí cuanto quieras!
Te diría las palabras más hondas que te tengo que decir;
pero no me atrevo, temo a tus risas.
Por eso me río de mí mismo y bromeo con mi secreto.
Sí, me estoy burlando de mi dolor, para que no te burles de mí.
………
Sonreíd, amigos, si queréis, porque persigo al ciervo dorado;
pero yo seguiré y seguiré detrás de ésta visión que me escapa.
A través de montes y valles, por tierras sin nombre,
correré y correré detrás del ciervo dorado.
¡Venid vosotros en buena hora, al mercado, y volved cargados a vuestros hogares!
A mí, no sé ni cuando, me ha cogido el hechizo de los vientos sin guarida.
Cuanto tenía lo dejé caer en mi carrera. ¡Sólo me queda mi corazón libre!
¡Y montes y valles, y tierras y tierras sin nombre, huyen de mí,
que persigo sin fin al ciervo dorado!
LA LUNA NUEVA
¡ Cómo discuten y cómo gritan!
¡ Cómo dudan y se desesperan!
¡ Nunca se acaba su pelear!
Que tu vida se ponga entre ellos, inalterable y pura
como una lengua de luz, hijo mío,
y les imponga silencio con su hermosura.
¡Qué crueles los hace la codicia y la envidia! Como
ocultos cuchillos sedientos de sangre son sus palabras.
Ponte tú entre sus corazones airados, hijo mío, y que
tus ojos huecos caigan sobre ellos como cae la indulgente
paz del anochecer sobre la contienda del día.
Déjales que miren tu cara, hijo mío,
y que así comprendan el sentido de todas las cosas.
Que te amen, y así se amen unos a otros.
Ven tú a ocupar tu sitio al seno de lo eterno, hijo mío.
Abre y levanta tu corazón al salir el sol, como una flor nueva.
Y cuando el sol se ponga, inclina tu frente y acaba
en silencio la oración de la tarde.
Muy bonito!
GITANJALI ( Fragmentos )
I
No te atormentes por su corazón, corazón mío;
déjalo en la oscuridad. ¿Qué se yo si su belleza es sólo
de su cuerpo, y su sonrisa sólo de su cara? Déjame
aceptar sin preguntas este sencillo sentido
de sus miradas, y ser así feliz.
II
Igual me da si es un manto de ilusión el que sus brazos tejen
alrededor de mí, porque el manto es rico y raro;
y al engaño se le puede sonreír, y olvidarlo.
III
No te atormentes por su corazón, corazón mío; conténtate
si la música es verdadera, aunque no se pueda fiar en la palabra;
disfruta de la gracia que danza, como un lirio, sobre la mentirosa
superficie ondeante, y sea lo que fuere de lo que vive allá en el fondo.
IV
Deseaste mi amor, y, sin embargo, no me amabas.
Por eso mi vida se cuelga de ti como una cadena,
que te grita y se te aferra, más dura
cuanto más luchas por ser libre.
V
Mi desesperación ha llegado a ser tu compañera mortal,
y se agarra al más leve de tus favores, pretendiendo arrastrarte
hasta la caverna de las lágrimas.
Has destrozado mi libertad, y, con su ruina, te has
fabricado tu propia prisión.
VI
No supe lo que hacía un momento y vine.
Pero alza tus ojos que yo vea si queda aún alguna sombra
de los días pasados, una pálida nube, ya sin lluvia, en el horizonte.
Sopórtame un momento¡ aunque yo no sepa lo que hago.
VII
Las rosas están todavía en capullo, y no saben aún
cómo descuidamos coger flores este verano.
La estrella de la mañana tiene todavía el mismo
silencio palpitante; la luz primera está enredada aún
en las enredaderas que cuelgan de mi ventana,
como en aquellos días pasados.
Olvidé un momento que todo había cambiado, y vine.
VIII
Olvidé si tú me avergonzaste alguna vez, volviéndome
tu cara cuando yo te desnudaba mi corazón.
Sólo recuerdo las palabras que tropezaron en el temblor de tus labios;
las sombras de arrebatada pasión de tus ojos oscuros, como las alas
de un pájaro que busca su nido en el crepúsculo.
Olvidé que tú te acordabas, y vine.
IX
Esta mañana mi despertar fue dichoso, porque vi a mi amor.
El cielo era una sola alegría, y mi vida y mi juventud se consumaron.
Hoy mi casa es de verdad mi casa, y mi cuerpo mi cuerpo.
La suerte me ha sido amiga, y mis dudas se disipan.
¡Pájaros, cantad vuestra canción mejor!
¡Luna, derrama tu luz más bella!
¡Dispara, a millones, tus flechas, dios del amor!
Esta especialmente me parecio formidable por su construcción y su tematica. Cantos a Dios?
GITANJALI (Otra versión)
1
Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.
Tu dádiva infinita sólo puedo recogerla con estas pobres manitos mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando, y siempre hay en ellas sitio que llenar.
2
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.
Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre como un pájaro que va pasando la mar.
Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría.
Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.
3
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro!
La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue, en un torbellino, adelante.
Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía; y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!
4
Quiere tener mi cuerpo siempre puro, vida de mi vida, que has dejado tu huella viva sobre mí.
Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía, pues tú eres la verdad que ha encendido la luz de la razón en mi frente.
Voy a guardar mi corazón de todo mal, y a tener siempre mi amor en flor, pues que tú estás sentado en el sagrario más íntimo de mi alma.
Y será mi afán revelarte en mis acciones, pues que sé que tú eres la raíz que fortalece mi trabajo.
5
Sé indulgente conmigo un momento, y déjame sentarme a tu lado, que luego terminaré lo que estoy haciendo.
Mi corazón, si no te ve, no tiene sosiego, y mi trabajo es como un afán infinito en un fatigoso mar sin playas.
El verano ha venido hoy a mi ventana, zumbando y suspirando, y han venido las abejas, trovadores en la corte del bosque florecido.
Es el tiempo de sentarse quieto frente a ti, el tiempo de cantarte, en un ocio mudo y rebosante, la ofrenda de mi vida.
6
Anda, no esperes más; toma esta florcita, no se mustie y se deshoje.
Quizás no tengas sitio para ella en tu guirnalda; pero hónrala, lastimándola con tu mano, y arráncala, no sea que se acabe el día sin que yo me dé cuenta; y se pase el tiempo de la ofrenda.
Aunque su color sea tan pobre, y tan poco su olor, ¡anda, ten esta flor para ti, arráncala ahora que es tiempo!
7
Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión, y su campanilleo ahogaría nuestros suspiros.
Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante ti, Señor, poeta mío. Aquí me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música.
8
El niño vestido de príncipe, colgado de ricas cadenas, pierde el gusto de su juego, porque su atavío le estorba a cada paso.
Por temor a rozarse o a empolvarse, se aparta del mundo, y no se atreve ni siquiera a moverse.
Madre, ¿gana él algo con ser esclavo de ese lujo que le aparta del polvo saludable de la tierra, que le roba el derecho de entrar en la gran fiesta de la vida de todos los hombres?
9
¡Necio, que intentas llevarte sobre tus propios hombros! ¡Pordiosero, que vienes a pedir a tu propia puerta!
Deja todas las cargas en las manos de aquel que puede con todo, y nunca mires atrás nostálgico.
Tu deseo apaga al punto la lámpara que toca con su aliento. ¡No tomes sus dádivas malsanas con manos impuras! ¡Recoge sólo lo que te ofrece el amor sagrado!
10
Tienes tu escabel, y tus pies descansan, entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Quiero inclinarme ante ti, pero mi postración no llega nunca a la cima donde tus pies descansan entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
El orgullo no puede acercarse a ti, que caminas, con la ropa de los miserables, entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Mi corazón no sabe encontrar su senda, la senda de los solitarios, por donde tú vas entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
11
Deja ya esa salmodia, ese canturreo, ese pasar y repasar rosarios. ¿A quién adoras, di, en ese oscuro rincón solitario del templo cerrado? ¡Abre tus ojos, y ve tu Dios no está ante ti!
Dios está donde el labrador cava la tierra dura, donde el picapedrero pica la piedra; está con ellos, en el sol y en la lluvia, lleno de polvo el vestido. ¡Quítate ese manto sagrado y baja con tu Dios al terruño polvoriento!
¿Libertad? ¿Donde quieres encontrar libertad? ¿No se ha atado él mismo, lleno de alegría a la Creación? ¡Sí, él está atado a nosotros todos para siempre!
¡Sal ya de tu éxtasis, déjate ya de flores y de incienso! ¿Qué importa que tus ropas se manchen o se andrajen? ¡Ve a su encuentro, ponte a su lado, y trabaja, y que sude tu frente!
12
¡Cuánto tiempo dura mi viaje, y qué largo es mi camino!
Salí en la carroza del primer albor, y caminé a través de los desiertos de los mundos, dejando mi rastro por las estrellas infinitas.
La ruta más larga es la que sale más pronto a ti, y la más complicada enseñanza no lleva sino a la perfecta sencillez de una melodía.
El viajero tiene que llamar, una tras otra, a todas las puertas extrañas para llegar a la suya; ha de vagar por todos los mundos de afuera, si quiere llegar al fin a su santuario interior.
Mis ojos erraron por todos los confines antes de que yo los cerrara diciendo: «Aquí estás». Y el grito y la pregunta: «¡Ay!, ¿dónde?», se derriten en las lágrimas de mil raudales y ahogan el mundo con el desbordamiento de su «¡Yo soy!».
13
La canción que yo vine a cantar, no ha sido aún cantada.
Mis días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa; pero no he hallado el tono justo, y las palabras no venían bien. ¡Sólo la agonía del afán en mi corazón!
Aún no ha abierto la flor, sólo suspira el viento.
No he visto su cara, ni he oído su voz; sólo oí sus pasos blandos, desde mi casa, por el camino.
Todo el día interminable de mi vida me lo he pasado tendiendo en el suelo mi estera para él; pero no encendí la lámpara, y no puedo decirle que entre.
Vivo con la esperanza de encontrarlo; pero ¿cuándo lo encontraré?
14
Mis deseos son infinitos, lastimeros mis clamores; pero tú me salvas siempre con tu dura negativa. Y esta recta merced ha traspasado de parte a parte mi vida.
Día tras día me haces digno de los dones grandes y sencillos que me diste sin yo pedírtelos, el cielo y la luz, mi cuerpo, mi vida y mi entendimiento; y me has salvado, día tras día, del escollo de los deseos violentos.
A veces me retardo lánguido, a veces me despierto y me desvivo en busca de mi fin; pero tú, cruel, te escondes de mí.
Día tras día, a fuerza de rehusarme, de librarme de los peligros del deseo débil y vago, me estás haciendo digno de ser tuyo del todo.
15
Estoy aquí para cantarte. Mi rinconcito está en este salón tuyo.
Nada tengo que hacer en este mundo tuyo; mi vida inútil no sabe más que saltar en melodías sin razón. Cuando en el oscuro templo de la medianoche dé la hora de adorarte en silencio, ¡mándame que te venga a cantar, maestro mío!
Cuando el arpa de oro esté afinada en el aire matutino, ¡hónrame tú ordenando mi presencia!
16
Fui invitado a la fiesta de este mundo, y así mi vida fue bendita. Mis ojos han visto, y oyeron mis oídos.
Mi parte en la fiesta fue tocar este instrumento; y he hecho lo que pude.
Y ahora te pregunto: ¿no es tiempo todavía de que yo pueda entrar, y ver tu cara, y ofrecerte mi saludo silencioso?
17
Sólo espero al amor para entregarme al fin en sus manos. Por eso es tan tarde, por eso soy culpable de tantas distracciones.
Vienen todos, con leyes y mandatos, a atarme a la fuerza; pero yo me escapo siempre, porque sólo espero al amor para entregarme, al fin, en sus manos.
Me culpan, me llaman atolondrado. Sin duda tienen razón.
Terminó el día de feria, y todos los tratos están ya hechos. Y los que vinieron en vano a llamarme, se han vuelto, coléricos. Sólo espero al amor para entregarme al fin en sus manos.
18
Las nubes se amontonan sobre las nubes, y oscurece. ¡Ay, amor! ¿por qué me dejas esperarte, solo en tu puerta?
En el afán del mediodía, la multitud me acompaña; pero en esta oscuridad solitaria, no tengo más que tu esperanza.
Si no me enseñas tu cara, si me dejas del todo en este abandono, ¿cómo voy a pasar estas largas horas lluviosas?
Miro la lejana oscuridad del cielo, y mi corazón vaga gimiendo con el viento sin descanso.
19
Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo estrellado, hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra, y tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro.
Y tus palabras volarán, cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros, y tus melodías estallarán en flores, por todas mis profusas enramadas.
20
Aquel día en que abrió el loto, mi pensamiento andaba vagabundo, y no supe que florecía. Mi canasto estaba vacío, y no vi la flor.
Sólo de vez en cuando, no sé qué tristeza caía sobre mí; y me levantaba sobresaltado de mi sueño, y olía un rastro dulce de una extraña fragancia que erraba en el viento del sur.
Su vaga ternura traspasaba de dolor nostálgico mi corazón. Me parecía que era el aliento vehemente del verano que anhelaba completarse.
¡Yo no sabía entonces que el loto estaba tan cerca de mí, que era mío, que su dulzura perfecta había florecido en el fondo de mi propio corazón!
21
¿Cuándo echaré mi barca a la mar? Las horas lánguidas se me pasan en la orilla ¡ay!
La primavera acabó de florecer y se ha ido. Y cargado de vanas flores marchitas, espero y tardo.
Se han puesto las olas clamorosas, y en la vereda en sombra de la orilla, las hojas amarillas aletean y caen.
¿Qué miras, di, en el vacío? ¿No sientes estremecerse el aire de una canción lejana que viene, flotando, de la otra orilla?
22
En la profunda oscuridad de julio lluvioso, tú vas caminando en secreto, mudo como la noche, evitando a los que te vigilan.
Hoy, la mañana ha cerrado sus ojos, sin hacer caso de la insistente llamada del huracán del este, y un espeso manto ha caído sobre el azul siempre alerta del cielo.
Los bosques han dejado de cantar, las puertas de las casas están todas cerradas. Tú eres el transeúnte solitario de la calle desierta.
¡Unico amigo mío, mi más amado amigo; mira abiertas las puertas de mi casa; no pases de largo como un sueño!
23
¿Has salido, esta noche de tormenta, en tu viaje de amor, amigo mío?
-El cielo se queja como un desesperado-. ¡No puedo dormir! Abro mi puerta a cada instante, y miro a la oscuridad, mas nada veo. Amigo mío, ¿dónde está tu camino, di?
¿Por qué vaga ribera de qué río de tinta, por qué lejano seto de qué imponente floresta, a través de qué intrincada profundidad oscura vienes trenzando tu ruta hacia mí, amigo mío?
24
Si se ha acabado el día, si ya no cantan los pájaros, si el viento rendido ha flojeado, cúbreme bien con el manto de la sombra, como has cerrado tiernamente las hojas del loto desfallecido en el crepúsculo.
¡Quítale la vergüenza y la pobreza al caminante que ha vaciado su alforja antes de acabar el viaje, que tiene roto y empolvado su vestido, cuya fuerza está exhausta; renueva su vida, como una flor, bajo el manto de la noche misericordiosa!
25
En la noche fatigada, déjame entregarme sin lucha al sueño, con mi confianza en ti.
¡No consientas que fuerce mi espíritu flojo a una pobre preparación para adorarte!
¿Acaso no eres tú quien corre el velo de la noche sobre los ojos rendidos del día, para renovar su sentido con la refrescada alegría del despertar?
26
Vino, y se sentó a mi lado; pero yo no desperté. ¡Maldito sueño aquél, ay!
Vino en la noche tranquila. Traía el arpa en sus manos, y mis sueños resonaron con sus melodías.
¡Ay!, ¿por qué se van así mis noches? ¿Por qué no lo veo nunca cuando su aliento está rozando mi sueño?
27
¡Luz! ¿Dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
Aquí está la lámpara, pero ¿y el aleteo de la llama? ¿Es éste tu destino, corazón? ¡Ay, cuánto mejor fuera la muerte!
La miseria llama a tu puerta, y te dice que tu señor está desvelado, que te llama en cita de amor, entre la sombra de la noche.
Los nubarrones cubren el cielo, la lluvia no para. ¡No sé qué es esto que se mueve en mí, no sé qué quiere decir esto que siento!
El resplandor momentáneo del relámpago me arrolla una sombra más profunda sobre los ojos. Mi corazón busca a ciegas por el camino que va adonde la música de la noche me está llamando.
¡Luz! ¡Ay!, ¿dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
-Truena, y el viento se abalanza clamoroso, y la noche está negra como la pizarra.
-¡No dejes que pasen las horas en la sombra! ¡Enciende la lámpara del amor con tu vida!
28
Firmes son mis ataduras; pero mi corazón me duele si trato de romperlas.
No deseo más que libertad; peor me da vergüenza su esperanza.
Sé bien qué tesoro inapreciable es el tuyo, que tú eres mi mejor amigo; pero no tengo corazón para barrer el oropel que llena mi casa.
De polvo y muerte es el sudario que me cubre. ¡Qué odio le tengo! Y, sin embargo, lo abrazo enamorado.
Mis deudas son grandes, infinitos mis fracasos, secreta mi vergüenza y dura. Pero cuando vengo a pedir mi bien, tiemblo temeroso, no vaya a ser oída mi oración.
29
Estoy llorando, encerrado en la mazmorra de mi nombre. Día tras día, levanto, sin descanso, este muro a mi alrededor; y a medida que sube al cielo, se me esconde mi ser verdadero en la sombra oscura.
Este hermoso muro es mi orgullo, y lo enluzco con cal y arena, no vaya a quedar el más leve resquicio. Y con tanto y tanto cuidado, pierdo de vista mi verdadero ser.
30
Salí solo a mi cita. ¿Quién es ese que me sigue en la oscuridad silenciosa?
Me echo a un lado para que pase, pero no pasa.
Su marcha jactanciosa levanta el polvo, su voz recia duplica mi palabra.
¡Señor, es mi pobre yo miserable! Nada le importa a él de nada; pero ¡qué vergüenza la mía de venir con él a tu puerta!
31
«Prisionero, ¿quién te encadenó?».
«Mi Señor», dijo el prisionero. «Yo creí asombrar al mundo con mi poder y mi riqueza, y amontoné en mis cofres dinero que era de mi Rey. Cuando me venció el sueño, me eché sobre el lecho de mi Señor. Y al despertar, me encontré preso en mi propio tesoro.»
«Prisionero, ¿quién forjó esta cadena inseparable?»
Dijo el prisionero: «Yo mismo la forjé cuidadosamente. Pensé cautivar al mundo con mi poder invencible; que me dejara en no turbada libertad. Y trabajé, día y noche, en mi cadena, con fuego enorme y duro golpe. Cuando terminé el último eslabón, vi que ella me tenía agarrado.»
32
Los que me aman en este mundo, hacen todo cuanto pueden por retenerme; pero tú no eres así en tu amor, que es más grande que ninguno, y me tienes libre.
Nunca se atreven a dejarme solo, no los olvide; pero pasan y pasan los días, y tú no te dejas ver.
Y aunque no te llame en mis oraciones, aunque no te tenga en mi corazón, tu amor siempre espera a mi amor.
33
Entraron en mi casa con alba, diciendo: «Cabremos bien en el cuarto más pequeño».
Decían: «Te ayudaremos en el culto de tu Dios, y nuestra humildad tendrá de sobra con la parte de gracia que le toque». Y se sentaron en un rincón, y estaban quietos y sumisos.
¡Pero en la oscuridad de la noche sentí que forzaban la entrada de mi santuario, fuertes e iracundos; que se llevaban, con codicia impía, las ofrendas del altar de Dios!
34
Que sólo quede de mí, Señor, aquel poquito con que pueda llamarte mi todo.
Que sólo quede de mi voluntad aquel poquito con que pueda sentirte en todas partes, volver a ti en cada cosa, ofrecerte mi amor en cada instante.
Que sólo quede de mí aquel poquito con que nunca pueda esconderte.
Que sólo quede de mis cadenas aquel poquito que me sujete a tu deseo, aquel poquito con que llevo a cabo tu propósito en mi vida; la cadena de tu amor.
35
Permite, Padre, que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme el
alma, y se lleva erguida la cabeza; donde el saber es libre; donde no está roto el mundo en pedazos por las paredes caseras; donde la palabra surte de las honduras de la verdad; donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección; donde la clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la yerta costumbre; donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales ascendentes…
¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad!
Sigue… pueden leer más en: http://amediavoz.com/tagore.htm#CUANDO%20NUESTROS%20OJOS%20SE%20ENCONTRARON%20A%20TRAVÉS%20DEL%20SETO…
Que lindos versos!!!
realmente inspiradores.
me enamoro, de veras.
saludos,
guille
Ayy Guille, asi nos pasa con la poesía verdad?, la poesía y literatura Indu, en general tienen además de la belleza de las palabras un transfondo que trasciende, por eso me gusta tanto. Un saludo cordial para ti.
PAtricia
mm realmente buenas palabras, me gustaron mucho
…Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces…(cambiado)en un dia de sol eterno, una brisa pasa por mi cuerpo?
saludos
P.D. Muy buena pagina 🙂
hola!!!
alguien me puede ayudar a recordar el nombre de un gran escritor que escribió un libro llamado EL AMOR, no recuerdo de que parte del mundo es, ni el nombre,pero el libro es excelente y me gustaria volver a leerlo. si alguien tiene el dato le agradeceria me lo enviara a este correo rubiasolaysensual@hotmail.com
gracias.