Ambroz, Eslovenia


Oler el té mientras reposa apenas se ha vertido el agua caliente en él, recoger el olor a jengibre, y canela, tomar hojas de una hierba que al menos en Chile, está por todos los prados, plazas o lugares públicos, lavarla cuidadosamente y dejarla remojando para luego comerla como ensalada y sentir como estallan los sabores en tu boca, cual bocado exótico y refinado.  Observar la leña mientras se deshace en la salamandra.  Sentir el vuelo de una polilla mientras va a abrazar la luz.

Por qué no fui a India hace veinte años?, tal vez alguien podría decirme que no era el momento, yo también lo pensé, pero creo que los momentos no llegan, unos los abre , la vida se abre con cada movimiento, como las flores, los árboles, la naturaleza todo. En nuestro caso, con los pensamiento e intención, con ese delgado y casi invisible impulso que vamos abriendo mientras unimos el pensamiento, al deseo y la acción. En ese orden. No otro. Los tres y no uno.

Los desayunos en ambroz eran…, qué puedo decir, una mesa llena de amor.  Llegué hace unos días a casa de Andreijka, una Eslovenia que es del mundo y también un poco de India. Ella es una mujer de poder, de esas que conoces una vez en la vida y no puedes evitar quedar  ligado a ella para siempre.  Si viviera en América diría que es una real chaman.

Ama cocinar para todos los que la visitan, dice que es su manera de hacerles llegar amor y que se sientan felices. Recoge flores o plantas para sus comidas, prende el fuego de la estufa en dos minutos, te hace cariño, habla cosas profundas y también sencillas. Sus amigas llegan como hormigas tras la reina, todas son, simple y profundamente bellas. Estuvieron con nosotros todo el fin de semana, (y varias personas más) las escuchaba hablar, meditar y reír hasta altas horas de la noche, o muy temprano en la mañana. Como si fueran el canto de un grillo que escucho lejos, ahí donde mi oído apenas llega. En otro rincón veo a Govinda, mi querido Govinda,  después de estar mas de diez días hospitalizado y peleando con el dolor, con la muerte sonríe, siempre sonríe, no se queja, acepta todo con …mmm, humildad y aceptación. (Creo que nunca lo he escuchado quejarse por algo o alguien).  Cuando le pregunto ¿cómo pagará los más de 5000 euros del hospital?, (para alguien que desde hace unos años, cuando se fue a vivir a India y decidió no tener nada y regalar todo lo que tenía o le llega, no es fácil enfermarse, me mira con sus ojos profundos y me responde, de alguna forma la plata llegará, como siempre ha sido. (Pienso si todos sus amigos dieran al menos diez euros, se podría…, el problema está en que la gente realmente quiera desprenderse de lo que no tiene importancia para ayudar a quien la tiene). Veremos…

Ha sido toda una experiencia observarlos y ser un poco en ellos, en este lugar.

Ambroz vive a los pies de los Alpes y sus paisajes  son soberbios, los arboles gigantescos y generosos. El aire frío, el sol cálido.  Las tantas, pero tantas flores de distintos colores, formas y texturas esparcidas como quien bota migas de pan en una tierra fértil, son tan bellas que me sobrecogen. Ambroz y las pequeñas ciudades cercanas a Liublania son como el retrato mudo de una época pasada ¿o tal vez perfecta?

La casa, de Andrejka ubicada en Ambroz, es…, como describirla, es como sacada de esos cuentos de Hansel y Gretel, pero cómoda, amigable y cálida. No hay nada rustico, todo es simple,  moderno, noble. Una gran salamandra que en segundos calefacciona los tres pisos de la casa y calienta el agua.  De la decoración, tiene cosas queridas para ella, algo de India, algo de su pasado, algo de sus amigos, esos que la quieren a toda prueba.  Afuera, laderas empinadas, prados y si me doy vuelta, atrás de la casa, ¡el bosque!, uno que está lleno de pinos, pinos distintos a mis pinos, los de Laguna, pero igual de enormes, conversadores y acogedores.

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