Un cuento ágil, bien narrado y dónde podemos ver claramente la enajenación a la que puede llegar un ser humano cuando se obsesiona.
Mirada por Rubem Fonseca (cuento)
A mí no me gustaba comer, hasta que ocurrieron los episodios que relataré dentro de poco. Tenía dinero para alimentarme con los más finos manjares, pero los placeres de la mesa no me atraían. Por varias razones, nunca había entrado en un restaurante. Era vegetariano y me gustaba decir que sólo echaba en falta los alimentos del espíritu -música, libros, teatro-. Lo que era una estupidez, como el Dr. Goldblum me demostró después.
Mi profesión es escribir, como todos saben. No necesito decir el tipo de literatura que hago. Soy un escritor al que los profesores de letras, en una de esas convenciones arbitrarias que hacen creer a los alumnos, llaman clásico. Y eso nunca me molestó. Una obra es considerada clásica, a través de los tiempos, por haber captado la atención Sigue leyendo