POESIA EN EL SUFISMO
La poética y la estética en la tradición
literaria sufí persa
Hossein M. Elahi Ghomshei
Un viajero victoriano señaló una vez que Persia es un país donde la gente camina sobre alfombras de seda y habla el lenguaje de la poesía. En la misma vena romántica, Irán ha sido llamado «la tierra de la rosa y el ruiseñor», símbolos estos, desde luego, de los arquetipos de «la Amada y el Amante», o de «la Belleza y el Amor», o, se podría decir, de «la Estética y la Poética» si interpretamos que en la literatura persa el símbolo de la rosa se refiere a la Estética y el de ruiseñor a la Poética.
Como si continuaran la pasión del ruiseñor por la Rosa, los poetas sufíes persas se declaraban amantes de la Belleza y todos sus poemas no eran otra cosa que canciones e himnos en alabanza de dicha Amada Trascendental.
Como escribe Hāfez:
No soy yo el único
que da serenatas a la belleza
de las damas de mejillas de rosa.
Todo en derredor
hay un millar de ruiseñores
que el mismo himno entonan.
(H¬āfez, ghazal 190, v.6.)
Las líneas iniciales de otro ghazal de Hāfez expresan el eterno mensaje del poeta persa, la perpetua llamada de la Belleza al rapto, que comunica el idilio constante del ruiseñor con la rosa; así como el proyecto estético en curso del poeta místico, de percibir toda la belleza temporal como un rayo del Esplendor divino:
Las rosas rojas han florecido
los ruiseñores están del todo ebrios.
Por doquier, el clamor y el grito del éxtasis:
¡Oh sufí, devoto del Eterno Ahora!
(H¬āfez, ghazal 20, v. 1.)
En estos papeles, más que entrar en elaboradas y complicadas teorías sobre la estética y la poética, seguiré los pasos de Hāfez y jugaré a ser el Sāqi: un Copero que proporciona una copa de este vino de la belleza que tanto embriaga a los ruiseñores de Persia que no recuperan nunca la sobriedad. Es éste el mismo vino al que se refiere el verso de Shabestari, que incita al amante de esta Belleza:
Apura aquel vino cuya copa es
el rostro de la Amada,
y su vaso,
los ojos ebrios del bebedor.
(Shabestari, p. 101. v. 811)
La poesía sufí persa está animada por una visión de la belleza divina, belleza esta que es, en palabras de Keats, «una alegría por siempre». Esta belleza es también, en el vocabulario teológico del Qorán, la Luz de los Cielos y la Tierra (XXIV,35), la Verdad que sustenta la Apariencia, el Ser Absoluto, el Uno que es «como ninguno».
El mundo entero ha recorrido mi corazón
pero ni uno como Él ha encontrado:
¡Nada hay como Él, nada como Él, nada!
El perenne relato de esta Belleza, que es una con la Verdad y la Divinidad, se refleja también en el arte de la narración persa. Tradicionalmente todas las historias son precedidas por esta línea inicial trazada desde el «mito de la creación» arquetípico del Islam: «Había uno y había ninguno, excepto Dios no había nadie». Pese a que este tópico presenta un parecido superficial con frases similares en otras literaturas (como «Érase una vez…», «Once upon a time…» en inglés, o «Il était une fois…», en francés, por ejemplo), la expresión persa conlleva también un profundo mensaje filosófico. Todas las historias persas son precedidas por esta frase simplemente porque se reconoció que todas las historias ocurren después de esta historia.
Desde un punto de vista filosófico, la frase enfatiza la premisa metafísica básica de que «el Ser del Uno precede al ser de los Muchos», que la existencia de la «Unidad» precede a la existencia de la «Multiplicidad». Esta premisa está bien expresada en los versos de Maqrebi:
Cuando el sol de tu cara
se manifestó,
aparecieron los átomos
de los dos mundos.
Cuando ese sol de tu cara
proyectó sombra,
de aquella penumbra apareció
cuanto existe en el universo.
Cada átomo inundado
por el sol de tu rostro,
amaneció brillando
como un nuevo sol.
(Maqrebi, p.19, v. 1-4)
Así como en el pensamiento metafísico islámico se habla del Ser «Uno», que precede a todos los seres, la estética sufí persa se refiere también a esta Belleza Eterna que precede a toda belleza temporal. La relación analógica entre el pensar metafísico y el pensamiento estético en el sufismo persa, es evocada por Ŷāmi en el prólogo de su poema místico-romántico Yusuf y Zuleika:
Esta hermosa Doncella robacorazones estaba en la cámara nupcial: una Amada amable en su soledad dichosa, jugando el juego del amor con nadie sino ella misma, y bebiendo a solas el vino de su propia belleza. Nadie sabía nada de Ella. Incluso el espejo no había reflejado todavía su semblante. Pero la belleza no puede permanecer oculta mucho tiempo. La gracia no soporta estar oculta: si le cierras la puerta, ella enseñará la cara por la ventana.
Así, Ella plantó su tienda fuera de los sagrados recintos, revelándose en el alma y a través de toda la creación. En cada espejo aparecieron sus facciones teofánicas, de manera que su historia fue dicha por todas partes. Desde tal refulgencia una centella hirió a la rosa y la rosa encendió la pasión en el corazón del ruiseñor.
(sigue)
Muy bueno!!
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«¡Hombre! Incrementa tu necesidad que de ella surgen nuevos órganos de percepción!» (Rumi).
Exactamente amigo mío de la necesidad nace la luz.
Las palabras opacan la belleza de la belleza. Gracias. bet
Beatriz, mi respuesta es silencio. Coincido contigo, lo triste de todo, es que sólo algunos logran leer las palabras que esconden las letras… Un abrazo de luz.
Dejamos de contemplar la naturaleza, el ruido del mar, la tibieza del sol o la belleza de un atardecer.
Muy interesante.
Gracias Enigma, sí, todo aquello que nos abre una nueva puerta debe ser interesante, debe valer la pena y creo que esta, lo vale.