La Navidad
Ya llegó la navidad, magno evento para el comercio, donde lamentablemente la locura se traga la quietud del ser humano, locura que desvela al mundo, y dentro de la cual lamentablemente, a veces me incluyo.
Ayer, fuimos a hacer algunas “pequeñas” compras para nuestros seres queridos, quedé impresionada como la gente atesta los exitosos mall y finos locales comerciales. Los más pudientes, compraban con relajo sus cientos de paquetes, los que tienen menos o casi nada, se endeudaban sin saber poner el tan necesario freno. Los rostros de todos los que ahí pululaban parecían drogados, idos, caminaban a prisa sin detenerse a sentir el instante, “nos faltan, nos faltan…” . El sentir esa realidad erizando mi piel me llevó a desear vivir en uno de esos pueblos sin sombra, tal vez en aquellos que no existen, donde las familias se reúnen a comer algo rico, a conversar y reír, a escuchar las historias de los más viejos, a sentir la simpleza a través de los más jóvenes, a escuchar villancicos, hablar de lo que creemos de Dios…, si existió Jesús, o cualquier de las ideas que se arraigan en la medula de cada uno de los que conforman ese instante, a pasar una noche de armonía, donde, y como regla inquebrantable, no existan los regalos que se tocan.
En Chile, recién hace algunos años estamos adoptando las tradiciones gringas, China ya inundó nuestros mercados con millones de cajas de luces multicolores por un módico precio, esas que abrigan las casas dejándolas tan “prendidas” que pareciera que no pueden ser habitadas más que por muñecos de loza, de otra forma se derretirían. En otro punto, los árboles de algunas calles gritan por el constante palpitar de los cientos de pequeños puntos luminosos que sostienen en su trémulo ramaje, aunque debo confesar y me declaro culpable por ello, que me encanta verlos y pasar bajo los túneles que forman cuando se abrazan extasiados, tal vez, solo para recordarnos que el amor existe, sobre todo cuando la noche esta encimada y el silencio se hace inmenso, me da la impresión que soy un pasajero de un tiempo inconcluso que va a un destino no conocido, tal vez a otros universos.
En resumen la navidad me trae infinidad de sentimientos que chocan con mi cordura, algunos de alegría, por ejemplo, cuando veo el rostro de los niños abriendo sus ansiados regalos, observar a los que amo mientras ríen junto a mí, comer algo rico sin pensar en la dieta, escuchar el ring del teléfono y escuchar la voz de alguien querido al otro lado de la línea, por ejemplo, este año sería grandioso escuchar la voz de mis hijos, salir a las calles y ver la alegría arrastrándose por las paredes (las que no ríen evito mirarlas).
También hay sentimientos de pena, una pena que a ratos me traga, como las caritas de los que no tienen nada, niños y también adolescentes, ellos sobre todo, porque están más conscientes de las diferencias sociales, porque llevan el dolor, la injusticia y el idealismo cincelando la esperanza, el de padres de escasos recursos, a aquellos que se les agrieta el alma por no poder cumplir como “viejos pascueros” ante sus herederos de pesares.
Dolor por no poder acariciar a los que amé y ya no están junto a mí, por los muertos que no conozco y el sufrimientos de sus vivos. Por los que yacen solos en una cama de hospital público, por los que aún son conscientes y vagan como mendigos de una historia mal hecha.
Así corren los sentimientos, como un barco sin frontera y esta navidad no es distinta a otras, seguramente será una noche calurosa, y no de nieve como uno ve en esas películas de navidades soñadas, pero estará viva en nuestras manos y depende de nosotros hacer algo para que sonría. Por último quisiera pedir un deseo para esta navidad, pedir que todo fuera simple, como si el universo de pronto se detuviera en su infatigable marcha, que seamos más buenos, generosos, ¡más humanos!, de verdad HUMANOS, ósea con esa humanidad que se nos regalo cuando fuimos creados para que comencemos nuestro camino de retorno, una humanidad sin negruras, ni manchas, sólida y pura, limpia de egoísmo, de materialismo innecesario, intachable como nuestra alma, esa que todavía vive dentro nuestro, que todavía habla cuando la mente duerme.
Espero para todos los que amo, para los que no conozco todavía, para los que no conoceré nunca y para aquellos que sueñan, que aspiran a ser mejores también para los egoístas, ladrones y políticos, para los que no cesan de ambicionar, para los que no quieren seguir caminando y para los simplistas, para los egocéntricos y para los generosos, para todos ellos deseo que esta navidad sea distinta a las anteriores, que este plagada de silencio y así puedan escuchar los sonidos “reales” esos que nos hablan de cosas más importantes que gastar la vida en forma inconsciente, sentir el palpitar de los que amamos sin necesidad de estar junto a ellos, ser por un instantes ¡¡muy felices!! por tener simplemente, lo que tienen, que no es más ni menos que lo que nos hemos ganado a través de tantas vidas. Deseo que tomemos consciencia del punto exacto donde se encuentra nuestra existencia, que supongamos, que es la última navidad para valorar lo que se nos escapa de los dedos. En fin, deseo simplemente…, que esta sea, una ¡Feliz Navidad para todos.!
Amiga querida y algo abandonada últimamente. Vine a responder en tu blog los cálidos comentarios que dejaste en el mío. Debe haber un millón de formas de entender la Navidad, quizá mil millones. En mi caso, siempre se trató y se trata de compartir calidez, cariño, intimidad con quienes más queremos y –muy importantemente– de jugar de algún modo a ser Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel por una noche para los niños que tenemos cerca.
La ilusión es hermosa para mí. Y cada quien es responsable de hacer perdurar la suya, del mejor modo posible. Cada año, algunas cosas se pueden y otras no. Parte del secreto es ser capaz de disfrutar lo que hemos podido lograr llevar a cabo para engalanar un poco esta noche y hacer que sea diferente, mejor, que las demás. El sueño de una navidad perenne de alegría, paz y amor para todos sólo se hace realidad en la medida en que construirlo no sea una tarea de unos pocos arremangados, mientras la inmensa mayoría apenas mira o espera…
Recibe un abrazo cálido desde la distancia y mis mejores deseos para ti y para todas las personas y animales que quieres y que son importantes para ti.
Tienes toda la razón querida Karen, mí problema es que hago el dolor del resto, parte del mío y eso es algo en lo que debo trabajar constantemente, en algún momento de mi vida estudié medicina y luego psicología, tuve que dejar ambas carreras a la mitad. En cuanto a mí, la navidad me gustaría pasarla lejos de las ciudades donde la vida te traga, los tacos, la gente…, creo qeu así sería más amiga de ella y ella de mí, me cuesta llevarla como tú, en armonía, al menos todo el preámbulo a ella, cuando ya es noche buena todo toma coherencia nuevamente, estamos en familia, abrimos un pocos regalos y compartimos una cena rica en alimentos y en conversaciones. Veremos si logro realizar lo que me he propuesto para futuras navidades, te lo comentaré en dic. 2009. Espero que nuestros caminos sigan cruzándose para entonces. Un abrazo cariñoso.