Ayahuasca, el gran viaje.
Dudé en publicar lo que sigue por varios motivos, ¿está la gente preparada para, sin emitir juicios, abrirse a lo que otros estén dispuestos a compartir sin juzgar?, ¿servirá de algo lo experiencia ajena?, creo que en ambos casos la respuesta es “todo es relativo e inherente a cada ser humano”, por lo tanto, espero que al menos, para un pequeño grupo de personas esta crónica sea de interés y tal vez, ayuda en caso de necesitar vivir experiencias similares. (Subiré algunas las fotos en estos días)
(Ya han pasado varios días de mi regreso y todo, todo sigue cambiando, es como si el mundo se hubiera abierto desde un extremo que no conocía)
Desde que leí las enseñanzas de don Juan hace más de treinta años quise probar el peyote o algunas de las plantas que él hacía alusión en forma reiterada en sus enseñanzas. He estado muchas veces en México pero nunca me atreví, o tal vez no se dieron las circunstancia para que pudiera experimentarlas. Estamos en verano en este lado del continente por lo tanto tenía que decidir qué haría para mis vacaciones, quería volver al amazonas, lugar que marco un antes y un después en mi vida, viajaría sola por lo que era un tanto arriesgado, pero de igual modo me lancé a la aventura y puse a buscar alternativas, pero esta vez quería entrar por otro país, Perú y Ecuador eran las opciones, por lo que mientras indagaba cuál era más conveniente y sin saber cómo, llegué a un lugar que ofrecía “Experiencia mística con el Ayahuasca – Amazonas, Perú”, lo supe altiro, había llegado el momento y debía tomarlo, indagué lo mejor que pude si era algo serio y me tiré a la aventura. Así comienza este gran viaje.
Lo conversé con mis hijos, dejé todo preparado por cualquier cosa inesperada y me preparé física, mental y espiritualmente un par de semanas antes. Dieta, limpieza, mucha meditación y tratar de aquietar, dentro de lo posible, ese mar de emociones en las que nos movemos día a día los seres humanos. Me sentía feliz y segura, confiada a que algo importante llegaría a mí.
Salí un día domingo de Chile, una noche en Lima y el lunes en la mañana ya estaba en Pucallpa, lugar donde puedes encontrar todo tipo de “chamanes” ofreciéndote el elixir de la madre de las plantas por un buen precio. Una infinidad de visitantes de todas partes del mundo turisteando y “buscando” acercarte un poco más a tan significativa experiencia.
Éramos cinco más el guía y su novia. Luego se nos sumaría un muchacho de la filarmónica de Checoslovaquia, un violinista que nos deleitó con algunas piezas de selección en medio de la selva. Disfruté de su compañía solo un par de días pero fueron suficientes.
Apenas llegamos al aeropuerto de Pucallpa dos taxis nos esperaban para llevarnos a Honoria, una pequeñísima villa a orillas del gran rio por el cual nos encaminaríamos a nuestro destino. Aguas calientes. Antes de embarcarnos en una canoa de buen tamaño, Viera la novia del Jorge nuestro guía, nos preguntó si alguien quería ir al baño, pensé que ya llevaba más de dos horas en el auto y nos quedaban otras dos horas entre la canoa y la caminata por lo que dije que sí, la seguimos junto a otra mujer Checoslovaca (ella viajaba con su hijos de 21 años), a nuestra guía pero al llegar al “baño” oh sorpresa, me encuentro con un pequeño cuarto de uno por uno, como puerta un saco de papas colgando sin ninguna firmeza y por supuesto, cero privacidad. Al medio un retrete de madera, ósea, un baño de cajón donde los excrementos llegaban a cincuenta centímetros donde pondrías tu real sentadera, súbitamente desaparecieron las ganas de orinar, y fui rápidamente a subirme a la canoa. Después supe que ese sería el primero de los “baños” que me acompañarían durante toda mi aventura, esa fue una de las dos cosas más difíciles que tuve que enfrentar. La otra fueron los mosquitos.
Ya quería partir. Después de surcar un buen trecho sobre un río de aguas cafés, rodeado de exuberante naturaleza, donde cada tanto podías ver unos tambos o cabañas de madera con techo muy alto hecho de hojas de plátano o palmeras, (son casas bastante rusticas pero, mmm…, no sé…, te daban ganas de vivir en ellos, en medio de ese verde, bañada por un cielo impío, rodeada de vida). Como decía, después de navegar un buen rato nos adentramos por una pequeña saliente, el agua se tornó tibia y a medida que avanzábamos la temperatura iba subiendo cada vez más, llegó un momento en que ya no podías meter tu mano. Haciendo malabares para no chocar con los arboles, el conductor de nuestra canoa logró avanzar bastante, a mi regreso no tuve la misma suerte ya que el río estaba “bajo”. Al cabo de unos cuarenta y cinco minutos llegamos a un recoveco donde ya no se podía seguir adelante, eran demasiados arboles y troncos obstaculizando el paso, deberíamos continuar a pie. Pensaba como diantres íbamos a llevar todo ese equipaje, la duda no duró mucho ya que como salido de los arboles aparecieron tres hombres de tez muy morena, cuerpos no muy robustos y bastantes sudorosos, mirada alegre. Al acercarse el halito a vino fue innegable, nos saludaron con un beso en la cara que sentí fue como una marca, “Ya eres nuestro nuevo producto de importación”.
Avanzamos con dificultad, ya que el camino era muy angosto, el calor insoportable, la humedad apretaba tu garganta y los mosquitos comenzaron a hacerse sentir. Pero nada me importaba, el lugar era asombroso, maravillosamente vivo. Imponente. Estábamos entrando al corazón de la tierra (así siento que son los lugares como el amazonas, donde la vegetación es tan, pero tan viva, son lugares a los que llamo puertas a nuestra verdadera tierra).
Apenas podía respirar, estaba muy cansada y la temperatura no bajaba de los treinta y ocho grados. Después de una hora caminando vislumbramos un enorme brazo de un río que desprendía muchísimo vapor, debíamos cruzar, al otro lado se levantaba un gran tambo, nuestro destino. Era el comedor-cocina-dormitorio-sala de estar, todo en uno, pero para mí era maravilloso, lo suficientemente cómodo y limpio. Antes de cruzar el río me agaché para ver a qué temperatura estaba el agua, me quemé, el guía me dijo, “acá es mejor que no se caiga, usted puede cocer un huevo con solo meterlo a esta agua”, me quedó claro que no debía dar un paso en falso. Cruzamos el pequeño puente formado con dos palos improvisados y pequeñas piedras, al otro lado nos esperaban nuestros anfitriones; el Chaman, un hombre de cuarenta y ocho años, no muy alto pero tampoco tan bajo, de contextura robusta y mirada pasiva. Su mujer, una hermosa peruana de porte altivo, cinco hijos que no sé de donde salieron porque tenía una figura envidiable. Apenas veinte y ocho años, (que valentía tener tantos hijos!). Los tres hombres que nos había ayudado llevando las maletas resultaron ser hermanos del Chaman (Enrique). Con los días aprendí a admirar sus vidas, sus sueños y sus fracasos, sus triunfos y luchas, aprendí a ver a los seres humanos.
Nos ofrecieron una infusión con hierbas para refrescarnos, sacamos algunas frutas de una fuente que estaba sobre la mesa y seguidamente nos llevaron a nuestras “habitaciones”. Había dos tambos, uno de dos pisos y el otro de uno, el último estaba dividido en cuatro pequeños cuartos donde cabía una cama (una plaza y media) y un pequeño estante para guardar la ropa, por supuesto abierto, ahh, y varios clavos por todas las paredes. Me tocó quedarme en ese. El otro tambo era bastante mejor, en el segundo piso había sólo dos habitaciones con dos pequeñas terrazas, una a cada lado, eso permitía que el aire corriera entre ellas y el calor no fuera infernal. También había menos mosquitos, tal vez por el viento. Ahí pusieron a uno de los hombres que iba con nosotros, un Checko muy interesante, había vivido en Tibet, India e Himalaya. Fue un excelente compañero de tertulias e intercambio de experiencias.
Acomodé mis cosas y luego volvimos para cenar, sería nuestra última cena con algo de verduras, después de eso y por cinco días nuestro único alimento sería arroz blanco cocido sin sal y plátano asado. (Para esa dieta debes dejar absolutamente la sal y el azúcar, idealmente, también todo lo demás salvo el arroz, se supone que con esto limpias tu cuerpo para recibir como corresponde a la madre de las plantas). Hubo dos días después de la ceremonia en que no pude comer nada. Desde ahí en adelante mi estadía fue, mmm.., casi normal, salvo por supuesto que no estaba en un lugar al cual llamaríamos normal, estábamos doscientos años atrás en el tiempo.
En fin, podría contar muchos detalles que sucedieron, días en que nos sumergían en “limpias”, donde bebías unas infusiones que te tenían vomitando todo el día, ¿qué?, agua, ya que no habíamos comido nada salvo tomar cada diez minutos un vaso de agua. Podría contarles también de cómo es dormir rodeada de murciélagos, algunas arañas, otras pocas baratas y muuuchos zancudos. Pero curiosamente aprendes a verlos de una manera distinta. Tú estas invadiendo su territorio, los ves caminar apresurados por el piso de tu “habitacion” como si llevarán prisa por llegar a su destino, o a los murciélagos colgando de sus patitas y siempre en parejas, no sé, es como si todo tuviera una significación distinta, un valor agregado que los hace casi simpáticos o amistosos. También podría contarles de un pájaro que imita a más de veinte aves y con sus sonidos rompe el amanecer pareciendo que estas en otro mundo. Que cuando llueve, es como si alguien desconectara los sonidos y sólo pudieras escuchar la lluvia golpeando tu corazón. Podría hablarles del amor con que esa gente vive, de la simpleza con la que ven el mundo, de su lucha por sobrevivir día a día. De cómo viven en sólo el presente.
Podría hablarles de muchas cosas más, como que de pronto pierdes el miedo al mañana, que no esperas nada de nadie ni de nada, sólo aprecias ese único instante en qué miras y admiras cada cosa. Que llega un momento en que pierdes todos los apegos y los egos, donde ya no te importa parecer un mamarracho flaco y sudoroso, con los pelos crespos y desordenados, no, nada te importa ya que aprendes a mirar con el alma y no con la forma. Disfrutas de una pequeña poza de agua tibia (parte de una saliente del río que dicho sea de paso, es un río que se forma de aguas termales) como si fuera el mejor jacuzzi que te podían obsequiar y mientas estas en esas aguas levantas la cabeza y un cielo como pocos se abre ante ti, donde millones de estrellas te observan expectantes, varias noches de baño me preguntaba, ¿me estarán viendo, me sentirán?, mientras me invadía una sensación de diminuta consciencia y, por otro lado, te dejas llevar por los sonidos más increíbles que jamás escuchaste, donde sientes que cientos de ojos están posados en ti. Por momentos llegas a pensar que tal vez podrías vivir para siempre ahí, y ser feliz, no esperar nada más que anidarte en paz en el corazón de esa tierra.
Sí, podría decirles eso y muchas cosas más pero creo que lo medular de esta crónica es la Ayahuasca, por lo que vamos para allá.
La selva despierta en las noches. Todo vibra, todo gime y canta, todo renace. Si quieres silencio, la selva no es el lugar para ti, si quieres alejarte de lo que te rodea, la selva no es para ti. Sí lo es, si estas en contacto permanente con la Madre (naturaleza, tierra), y quieres entablar un dialogo más abierto, en ese caso, ese es el lugar, ahí todo está más vivo que en ninguna parte, no más intenso, pero sí más vivo. La ceremonia también se debe hacer en esas noches, no se me ocurrió preguntar por qué debía ser así, me imagino que por el silencio (bueno, aparente silencio y por la obscuridad..)
Dejamos pasar un día para habituarnos y prepararnos y el día martes sería la primera ceremonia. Yo estaba ansiosa, ya no había nada que distrajera mi mente, ya estaba allá, todo era seguro, sabía lo bueno y lo malo y tomaría lo mejor. La ceremonia sería a las 20:30, no comimos nada durante toda la tarde. A las 20:15 todos comenzamos a ir en silencio con nuestras colchonetas al Tambo principal, donde se hacían las ceremonias y sólo eso. Era un cuarto amplio y redondo, con el techo como todos los tambos, alto, tal vez este más alto que los otros, con forma de cono y por supuesto, completamente de palmera u hojas de plátano. Era solemne. Cada uno en silencio se dispuso en círculo, separados unos de otros por un metro más o menos, al lado de cada colchoneta había un receptáculo, sería en caso de que necesitáramos vomitar, (todos lo ocupamos). En esa ceremonia participaron también dos de los hermanos del Chaman y su mujer, “Aymé”, ella y el chaman serían los que cantarían los Icaros, cantos que deben acompañar siempre la ceremonia de Ayahuasca. Son cantos melodiosos, con letras inherentes a la planta y sus propiedades curativas o visionarias, son realmente hermosos y además, cosa curiosa, cuando comienzas a escucharlos, es como si alguien te tomara de la mano y comenzara a elevarte junto a notas que tienen como destino el color y un universo sin límites.
Fui la primera, estaba al lado derecho y siempre partían por ese lado, si lo hubiera sabido antes creo que habría pedido que me cambiaran de ubicación, tal vez si hubiera visto algunas de las caras al tomar el brebaje habría sospechado lo que me esperaba y me habría preparado. (Me pregunto por qué nadie le dice a uno estas cosas?). Me puse en posición de loto frente al chaman, el prendió un cigarro, “me sopló” y luego vertió el liquido verde en una hermosa copa de madera, era espeso y gelatinoso. Cuando quedó en mi boca quería escupirlo, lanzarlo lejos, era lo más malo que había o creo, probaré en mi vida, apreté los ojos, traté de sentir toda la solemnidad que pude ante algo que había esperado probar con tanta ansiedad y al mismo tiempo que mi cuerpo rechazaba absolutamente. Pasó por mi garganta como una bola de fuego hasta quedar suspendido en alguna parte desconocida de mi estomago. Me paré como una “dama” que acaba de ser abofeteada por algo que todavía no sabe si es bueno o malo y volví a mi lugar. Todos siguieron en silencio. Al cabo de diez minutos vino mi primer pensamiento; “Esto no me hizo nada, ¿tendré algo que no me pasa nada?”, ¿qué hay de malo en mí!? al segundo siguiente cayó sobre mí un mazo, me sentí mareada, atontada y tuve que tenderme en mi colchoneta, a pesar de que sabíamos que estar sentados era lo mejor, no pude. Me desplomé como un saco de papas y el viaje comenzó. Lo que yo vi es muy personal, supe que todos tienen experiencias distintas, unos ven una cosa, viven el viaje de una manera y otros totalmente distinta, por lo que lo que les contaré no tiene porque ser lo mismo a lo que tal vez algunos de ustedes podrían vivir o ya han vivido. Pero ahí va.
El calor era intenso, mi cuerpo comenzó a pulsar, como si toda yo fuera a dar a luz, mis brazos, MI CORAZÓN, mis piernas, estomago, genitales, rostro, toda yo pulsaba, todos mis átomos estaban acelerándose, expandiéndose, traté de abrir los ojos pero no pude, el calor era sofocante, en algún minuto de dominio de mi cuerpo logré sacarme una chaqueta delgada que me había puesto y quedé solo con una pequeña polera, mala decisión, luego lo sabría bien.
Comenzaron los colores, todo era de colores extremadamente vivos, fucsia, rosado, amarillo. Era un gran caleidoscopio que jugaba sobre mí a inventar nuevas formas. Enseguida aparecieron unas serpientes, eran muchas de los más variados verdes, unas más claras, otras más intensas, eran hermosas, brillantes, bailaban y se retorcían antes mí y en mí. No sentía miedo o aversión, solo observaba como todo se movía a mi alrededor. Como todo estaba tan pero tan vivo. Unas hojas de colores volaban sobre mi cabeza. Cubos, salían de mi cuerpo como queriendo abrirse a otras formas, mi corazón no dejaba de palpitar. El chaman soplaba tabaco a mi lado, eso suponía, luego comprendí que no se había movido de su sitio y aún así, lo sentía palpitando a mi lado, el estomago de uno de los “gringos” como suelen llamar a cualquiera que no hable español, se retorcía a unos centímetros del mío, (en realidad estaba a más de dos metros pero todo lo sentía a mi lado). De pronto y sin poder evitarlo algo comenzó a subir por mi estomago, en un dos por tres estaba agarrada en cuatro manos de la fuente, vomitaba con fuerza, con ganas, sí, creo que es primera vez que vomito con ganas, quería sacarme esa pesadez, quería que el sabor agrio saliera de mi cuerpo, que el calor que me invadía se fuera. Me sentí bastante mejor y seguí “viajando”. Ahí entendí cuando Aymé me dijo en la tarde, “yo volaré con ustedes”.
Los colores no cesaron, ¡todo estaba tan pero tan vivo!. Yo estaba consciente de todo, mi mente no paraba, preguntaba, quería que me respondieran lo que había ido a preguntar, que no era sobre el misterio de todo, sino más bien, sobre episodios de mi vida y sobre algunas cosas en las que deseaba tener una confirmación o una guía sobre el qué hacer espiritual. Nada, no veía nada de lo que quería ver, no me respondían, sólo las figuras, la vida, la intensa vida presente en todo. Luego comencé a ver arañas, nada repulsivo pero si me dio temor a que cambiaran y se hicieran temibles para mí, pero seguían caminando cerca de donde yo estaba. Tomé la pequeña piedra que estaba en mi bolsillo, mi hijo me había dicho, “no tengas miedo, sólo aférrate a esta piedra y repite, “todo está bien”, sea lo que sea, recuerda, “todo está bien”. Y eso hice, repetí con certeza, “todo está bien” y efectivamente, todo estaba bien, las arañas comenzaron a irse. Luego pasé a la naturaleza, era yo árbol, arbusto, cielo, era yo parte de todo, unida a todo. Luego de un rato, las imágenes comenzaron a desaparecer, también mis momentos (escasos pero igual presentes), de ¡Ya basta!, quiero que se acabe, quiero recobrar mi control. Todo comenzó a disolverse, incluso los latidos de mi corazón, también se hicieron más suaves, el calor, todo se atenuó. Sólo quedó esa terrible pesadez de no poder moverte. Un gallo comenzó a cantar, ya eran las cuatro de la mañana. ¡Había “volado” por más de cinco horas!. Me levanté como pude, salí del tambo, respiré hondo, ¡como latía la vida en ese momento dentro y fuera de mí!, me puse mis zapatos (allá cada vez que entras a un tambo, dejas tus zapatos en la entrada), miré un camino que se abría cerca del recinto donde estábamos y que ya había recorrido esa mañana, lo saludé, parecía más vivo que nunca y me fui a mi “tambito”, me desvestí y desplomé en la cama cubierta completamente por el mosquetero. Dormí por unas cuatro horas.
Al otro día, o mejor dicho, a las horas después supe el gran error que cometí al sacarme la chaqueta, los zancudos y mosquitos se habían dado un feroz banquete con mis brazos y parte de espaldas, no hubo centímetro de mi piel que no me hubieran comido. Pagué ese error el resto de mi estadía, me hice tira los brazos y piernas rascándome.
Cerca del medio día y después de tomar unas infusiones tuvimos una reunión con el Chaman donde contamos lo que habíamos vistos, todo en forma individual. Lo mío había sido de limpieza, las serpientes chicas no eran buenas, eso me dijo, significaban que estabas limpiándote, por lo que no era una experiencia muy mística. Luego pensé, soy una persona vegetariana, no fumo, casi no tomo alcohol, salvo por una copa de vino de vez en cuando, estoy siempre en la naturaleza y conectada, al menos dentro de lo posible, como sería si no fuera así, ¿qué hubiera visto?. Mejor ni pienso.
Al día siguiente haríamos una limpieza con una planta especial que nos tendría vomitando por varias horas, se llamaba una “vomitiva”. Estuvimos tirados en nuestras camas todo el día, votaríamos todo lo malo que podría quedar en nuestro cuerpo. Ya no había nada que votar, sólo el agua que tomábamos cada diez minutos y luego devolvíamos. Ya estaba completamente limpia. Preparada para mi próxima sesión de Ayahuasca.
Segunda y última ceremonia. Nos preparamos cuatro días con la alimentación, caminatas suaves, mucha meditación. Como en general estoy acostumbrada a caminar sola por mis cerros, me perdía cada vez que las fuerzas me acompañaban entre medio de la selva. Me cubría con una manta de tela delgada, buscaba alguna rama que ya estuviera rota para abanicarme los mosquitos y salía. Dejaba que la madre me acurrucara en los latidos de su corazón, agradecía que me mostrara sus caminos y la inmensa vida que hay en cada uno de ellos, que me dejará acariciar el tacto de sus dedos, de su cabello en cada pequeña liana, hiedra o planta. En sus ojos salados, en sus venas. En todo lo que la tierra es y en toda esa innegable vida que sostiene, nosotros y cada ser vivo. Qué ser más increíble, que ser tan amado. Muchas veces me he preguntado si la tierra es un ser, me refiero un ser vivo, cuanto, pero cuanto amor tiene que irradiar para mantenernos a nosotros, criaturas divinas que olvidamos que lo somos. Cuánto amor debe latir en su inmenso corazón.
La hora señalada para comenzar, era las 21:00, como la vez anterior casi no comimos ese día, sólo harto liquido, un poco de arroz blanco y por exigencia mía, (fui la única), comí una manzana que pareció el mejor manjar que había probado en años.
Dejamos los zapatos en la puerta del tambo ceremonial y me acerqué a mi colchoneta, que esta vez estaba cubierta por un mosquetero, le habían dado penas mi brazos al chaman. Ya estábamos todos en posición, con respeto y silencio expectantes y ansiosos de vivir algo más sublime. El trago fue más amargo que la vez anterior, tuve que controlarme para no vomitar al chaman en su cara, el liquido comenzó a bajar como fuego una vez más y comenzó a abrirse camino por mi cuerpo. Traté con todas mi fuerzas de permanecer sentada, el Chaman había dicho que esta vez sería más suave para que pudiéramos resistir mejor, pero no, hasta su mujer que “volaba” con nosotros, supe que se había desplomado por un rato. Caí casi inconsciente a la colchoneta, ya no aguantaba la sensación ardiente en mi estomago, le pedí al Ayahuasca que me hiciera vomitar, quería liberarme del sabor, al cabo de cinco minutos como una gran serpiente subió por mi garganta hasta que la expulsé, fue grandioso. Aún así todo su poder ya estaba en mí. Ahora, mientras escribo esto recuerdo y reflexiono, que increíble es como algo puede subyugarte, someterte de tal forma, me imagino que así deben ser las drogas. Es terrible en realidad.
Comencé a hacer mis preguntas, siempre estas consciente, tu mente siempre está ahí, tú la manejas, tú decides para donde quieres ir o casi… Seguía preguntando. “Quiero ver mi vida”, “muéstrame los universos, dime, como se unen, cuales son las puertas que te conectan unos con otros”, y más. Pero no, no aparecían los universos, sólo colores, pequeñas hojas de maravillosos colores elevándose por un cielo nocturno, era como si pudieras ver a través de la aparente nada. Luego me vi en una gran serpiente, yo estaba dentro de ella, todo su estomago era blanco, podía ver su piel suave como un cuero brillante y limpio. Sus recovecos, pliegues. De pronto le pedí que abriera sus fauces, que necesitaba ver. Su gran boca comenzó a abrirse y yo salí de ella, y miré, todo era vivo, una vez más todo era tan vivo. Podía ver el cielo, pero de alguna manera era como si todo estuviera muy cerca, al alcance de mi mano. Insistí con mis preguntas, me enojé, quería ver más. Le pedía disculpas por mi enojo. De pronto me vi tierra, sí, yo era tierra y hiedra. Comencé a brotar, de mí, de mi cuerpo comenzaron a brotar miles de hojas gruesas y vivas, verdes, intensamente verdes, era maravilloso, pensé en ese momento, ¡qué gran cosa es dar vida!, mis ramas crecían, y me expandía tan rápidamente… (Miro mis pinos mientras escribo y parecen tan quietos, tan silentes, como si me pidieran que guardara el secreto de cuanta vida hay en ellos).
Dejé de ser la tierra y comencé a caminar, de pronto vi como entre un muro custodio (pero abierto), como si fuera una gran puerta de piedra que se asomaba una enorme serpiente dorada, era muy grande y tal vez macho, así lo sentía. Me miró como si evaluara si comerme o algo más. Dudé un instante y luego me paré al frente y le dije, “No me vas a comer, necesito respuestas”. Y pregunté. “Dime, por qué vemos esto, quién o qué decide que ver, porqué no puedo ver lo que quiero” y él respondió; “Cada uno ve lo que necesita ver, lo que debe”, reclamé; “Pero yo quiero ver más, quiero ver el universo”. Me respondió; “Ya lo conoces, sólo ves lo que necesitas”. Le di las gracias, me di la vuelta, sabía que no debía preguntar más. Me fui. Enseguida quise ir a ver un árbol que me había llamado en una de mis caminatas. Le pedí que me dejara ser en él. Al segundo siguiente estaba parada ante varios árboles, uno de ellos, era el que buscaba. Era grande, inmenso, con un tronco enorme. De pronto este comenzó a abrirse desde el tronco, como si se partiera en dos para mostrarme su interior y como si nada, comenzó formarse la figura de un “duende, gnomo?”, no lo sé, pero no tenía un gorro rojo, botas y pantalones abombachados, no, era más bien feo (según el concepto de belleza que tenemos los seres humanos), su rostro tosco y serio salió del mismo tronco, café, con pliegues…, raro. Su rostro no era muy amigable, le pedí disculpas por haberlo molestado. Me regaló una leve sonrisa como si las aceptara, se acercó a unos pasos de mí, me olió y miró detenidamente, luego se devolvió a su árbol. Desapreció dentro del tronco. Él era parte de ese tronco. Miré al árbol como se elevaba para alcanzar el cielo. Sentía que lo amaba, que era parte de mí, que estaba lleno de mí y yo de él.
Después de eso siguieron los colores, lo latidos tan fuertes queriendo salirse de mi corazón, el calor, la pesadez de mi cuerpo. Mi consciencia funcionando a mil, sabía todo lo que pasaba a mi alrededor pero no podía moverme. Alguien lloraba afuera del tambo, era una mujer joven que llevaba ya varios meses ahí, era muy dulce, no entendía por qué lloraba. La mujer Checka, madre del joven dormía profundamente, eso me daba tranquilidad ya que había estado muy mal todos los días anteriores. Sabía lo que pasaba a todo mi alrededor, pero no podía abrir los ojos, moverme o hablar.
Sentí el gallo cacareando, la luz comenzó a llenar la habitación, el Chaman y su mujer habían dejado de cantar hace un rato, ahora se retiraban y quedábamos casi todos tendidos, exhaustos. De a uno comenzamos a levantarnos, yo fui la penúltima. Salí, me puse mis botas, respiré hondo, esa noche supe que debía regresar a mis bosques, que ya no necesitaba seguir tomando nada, ya que no vería nada más, o al menos nada que necesitara. Quería asimilar todo, ya no tenía preguntas sin responder, tomé consciencia de todo lo que necesitaba saber. Me sentí tan, pero tan en paz. Si no hubiera sido por los mosquitos todo hubiera sido perfecto. ¿Existe lo perfecto, qué es perfecto, cuánto dura el instante perfecto?.
Apenas despertamos, nos invitaron a comer algo y a hablar con el Chamán, le conté todo lo que había visto y le di las gracias. Me dijo que ahora que estaba limpia había podido ver, que debería tomar unas hierbas que me ayudarían a conectarme completamente con mi árbol, que él sabía cuál era y que los arboles me hablaban, que debía escucharlos. En ese momento me decidí completamente, quería volver. Deseaba imperiosamente volver aún a pesar de cuánto amé ese lugar. Necesitaba estar en mi cabaña, con mis arboles, con mi mar, necesitaba tener unos días para decantar todo lo vivido. Hablé con el chamán y le dije que ya no necesitaba las hierbas, que quería volver, que había concluido lo que había ido a buscar y le di las gracias. Él me dijo que estaba bien, que ya llevaba conmigo a la madre, que el haber estado dentro de su estomago era porque era parte de ella.
Ese día comí con ansias, pude poner un poquito de sal a las comidas y fue como el mejor manjar. El regreso fue apacible, aunque apenas tenía fuerzas para la larga caminata, estaba flaca y débil, no tenía fuerzas para soportar el intenso y húmedo calor, para dejar toda esa belleza atrás. Pero a medida que desandaba el camino me sentía tan contenta, tan completa, tan valiente. Me sentí con una armonía y un equilibrio como hace mucho, pero mucho tiempo no sentía. Mi única pena fue separarme de Kenny y Clarke, dos de los hijos de Aymé, me enamoré de sus corazones puros, de la inmensa cantidad de amor que albergan en su interior, ese amor no manoseado, brutalmente inocente, un amor que sólo poseen los que no han sido corrompidos por el mundo ni las cosas. (Los llevaré dentro de mí para siempre).
Antes de hacer este viaje varias personas con las que hablé, incluyendo a un buen amigo Peruano (MAB), me dijeron lo siguiente. Hay un antes y un después del Ayahuasca. Al principio, cuando venía de regreso no lo sentía así, pero ahora, al pasar unos días es claro, cada día que pasa veo con más claridad todo lo vivido, y el ahora. Tomo consciencia cada día más de lo que esa planta dejó e hizo en mí, de cómo veo un poco más profundo todo y a todos, es como si hubiera sacado una capa a toda esta aparente realidad en la que vivimos y todo es asombrosamente claro e increíble (aún dentro de ese inmenso mundo ilusorio que nos hemos y han creado para nosotros).
Mis conclusiones:
Han pasado algunos días desde que regrese y siento que ya no soy la misma, pero lo más raro de todo, es que la noche que tomé la planta, pensaba, “Pero si nada ha pasado, ¿y esto era todo?”, cuán equivocada estaba. Ahora, con la frialdad, el estar lejos en silencio y volviendo a mi presente, tomo consciencia. Creo que de alguna manera esa planta abre, acelera, expande algo en tu interior, ya nada es lo mismo, no puede ser lo mismo por más que trate. Es tan difícil de explicarlo, pero es como si estás tú y el mundo, y tú, lo miras desde algún rincón que no conocías.
¿Si me arrepiento?. Jamás. Todo lo vivido fue tan significativo. Se abrieron caminos en cada línea de mi cuerpo y alma que espero nunca más se cierren.
¿Si necesito volver a hacerlo?; No, tal vez lo haría para acompañar a mis hijos o algún amigo cercano en su viaje, pero con lo vivido, por ahora me basta.
¿Si lo recomiendo?, sólo a quien busca realmente una experiencia mística, un saber cómo conectarse más con la naturaleza, la Ayahuasca te muestra donde estas y qué realmente eres ante el universo y la vida misma. Cuán conectados estamos todos.
No lo recomendaría a una persona vulnerable, dependiente o insegura. Es impensable hacerlo sin preparación. (Si realmente quieres sembrar la tierra, primero debes prepararla)
¿Quedé en paz?. Absolutamente. Ya no hay misterios más que los de tu propia existencia y esos, se deben develar con el desapego, no puedes ver si estas llena mascaras.
Para terminar, agradecer a Jorge, Viera, Enrique (mi querido Chamán), Aymé y mis dulces Kenny y Clarke. A mi estimado amigo MAB y su mujer, quien me aconsejó e instó a hacerlo, me ofreció su ayuda aún sin conocernos físicamente, eso me hizo sentir más segura y apoyada al estar en un país que no era el mío y ante una experiencia para mí, tan nueva y aventurada. Gracias realmente por su amable gesto.
A mis hijos por siempre apoyarme y acompañarme en esta maravillosa aventura que nos incita a descubrir el camino de lo real. Esa maravillosa luz que nos hace poder expandirnos sin límites y saber que sólo somos consciencia expandiéndose y experimentándose a sí misma como un gran rompecabezas que disfruta jugando a formar paisajes inesperados.
Espero, que si alguno de ustedes desea o necesita hacerlo, sea una experiencia maravillosa, que abra puertas que no han podido tocar y que la verdadera realidad se abra antes ustedes, de una forma única. Es el deseo de mi alma. Es el deseo de mi parte lumínica que sólo quiere que seamos más los que tomamos consciencia de ella.
Patricia Gómez.
Patricia, me pone feliz por ver que «Hay un antes y un después del Ayahuasca», una vivencia extraordinaria que compartes con letras que nos hacen estar allí…, cada detalle, cada segundo de lo vivido nos lleva hasta ese lugar de la tierra. Abrir las puertas y tocar la realidad alejada de lo que muchas veces nos atrapa, nos ciega y no nos deja conectarnos con la naturaleza…
Gracias por compartir…
Un saludo y abrazo
C.
Leí hace algunos años, Las cartas de Ayahuasca de Ginsberg y Burroughs, y tu relato me parece bastante más lúcido. Una experiencia única.
me encantó el relato que utilizaste, note mucha sinceridad en cada uno de los pasajes de esta maravillosa experiencia. Aun me cuesta creer que te fuiste sola a la selva! y más encima a vibrar en la frecuencia de la Ayahuasca, se necesita mucho coraje y determinación para hacerlo..Estoy orgulloso de ti. Al escucharte contar esta historia con tanto detalle, he notado que la planta se canso de luchar y trepar, y ahora solo quiere florecer, para eso deberá dejar entrar solo la luz desapegándose de todos sus deseos de avanzar..
Momentos de celebración vienen!! el universo aplaude a gente como tu patricia, eres la mejor de todas… de todas tu fuiste y fuiste tu por que nadie más podía serlo, te amo mucho!!
Gracias Patricia querida y buenas noches….andrea cali colombia mùsica pianista
Increíble relato… en verdad es demasiado maravilloso cuando experimentas algo así, en donde la madre tierra te muestra que siempre haz sido uno con ella, uno con el universo.
Muy feliz me hace saber que en todas partes la conciencia universal se está expresando… para que empecemos a amar el vivir en comunidad con el resto de los seres y en comunión con el universo.
Muy bella es la forma en que nos transmites tu experiencia.
Un abrazo 😉
Carlos, Miguel, Hijo, Andrea, María José. Gracias por dejar su palabra, por leer está humilde crónica y por compartir la alegría de esta loca aventura que ahora, mientras escribo y pongo play al video, me hace revivir esa sensación de estar tan, pero tan vida junto a todo.
Un fuerte abrazo en este hermos y único camino.
Dear Patricia… Que entrañable crónica de un viaje asombroso viaje nos traes y que llega, me parece y quizás, en el mejor momento de tu vida. He leído tus anteriores divagaciones existenciales acerca de la vida y la trascendencia del universo, tus preguntas para hacernos despertar la consciencia, además de tus respuestas, entre lineas, sin interferir con las propias de cada lector que se siente atraído por el karma que generas.
Confieso que cuando leía los detalles de tu viaje por el Amazonas me pareció acompañarte, pero cuando nos introdujiste a la travesía transcendental del Ayahuasca, creo que estuve allí desde otro angulo de ese prodigioso viaje, sin tiempos ni espacios.
Realmente es hermoso constatar que cada una de tus palabras ratifican, con la particularidad de cada quien que lo experimenta, la capacidad del brebaje amazónico de abrir esa puerta del limite de lo real e irreal, la que no es tan sencillo encontrar y menos cruzar. Ademas, mostrarnos que ese particular universo existe, como una posibilidad más entre los universos paralelos.
Pero si dijera que la Ayahuasca es solo eso, es decir: La vía para llegar a tener esa experiencia, sería muy injusto. Tus palabras y las de muchos otros, entre ellos la mía, es que tiene un efecto múltiple, tangible e irrebatible, en nuestro espíritu. Entre ellos: la paz y la sensación de plenitud que empezamos a sentir a los pocos días de la experiencia, además de que constatamos la expansión de nuestra consciencia en la percepción de la realidad.
Querida amiga, realmente me es muy grato que una persona como tú, con sus conocimientos en estos avatares del pensamiento se haya atrevido a despertar a la realidad con el Ayahuasca… Por eso creo que esta experiencia llega a ti en un momento de plenitud cuyo resultado empezamos a ver al leer la presente crónica.
Saludos, querida Patricia.
Querido Mitch, me alegro que de alguna manera hayas recordado parte de tu experiencia, como sabemos, todos viven esto de distinta manera pero sí con un resultado común, tomar consciencia de la unidad a la que pertenecemos.
Te mando un fuerte abrazo.
SIncera Patricia, asi te llamo, llegue a esta página buscando información de la ayahusca y apareció tu relato. Te quiero dar las gracias por compartir tu experiencia. Tu relato me hizo vibrar como el de Carlos Castañeda en las Enseñanzas de Don Juan. Sentí admiración por tu coraje y por tu vivencia. Aún no he podido acceder a ese viaje que por no se que razón mi existencia lo busca. He tenido muchas experiencias transpersonales, he practicado meditación y siento que aún me falta conectarme con la madre tierra o quizás con fundirme en el vacío de la nada y todo. De nuevo te doy las gracias por tu extraordinario testimonio.
Un abrazo.
jaime
Jaime querido, ya hemos compartido algo de información, sólo decirte que como bien sabes, nada es casualidad, tal vez el que hayas llegado a este articulo significa que es el momento de un real cambio, y eso no significa sólo por el ayuguasca, si no por realmente luchar con dientes por dejar de lado todo lo «a-prendido» para empezar a ser conscientemente en lo que no has aprendido. Sino en aquello que te guie tu corazón. Fuente de la más poderosa energía que posee el ser humano.
Un abrazo para ti.
Patricia querida,
ha sido un descubrimiento para mi el conocerte a través de tus reflexiones y experiencias. Te reconozco en otras facetas además de la literatura, en especial de la poesía, y es un regalo para mi espíritu el conectarme con esa parte de ti. Gracias, amiga. Veo que siempre has tenido estas inquietudes y no se por qué se me ocurre que luego de tu viaje al país de las nubes has decidido mostrar tu valentía y tu fuerza de vivir.
un gran abrazo
ana maría vieira
Querida Ana Maria, querida poeta, que alegría verte en este tan singular espacio. Hay tanto que no vemos en cada ser humano no te parece?, nos quedamos con el burdo aspecto de la forma y ´desde ahí comenzamos a juzgar, aceptar, amar, o desechar…, y sin embargo, hay tanto más…
Es para mí un regalo verte, te extrañé en el lanzamiento del libro de Marchant. Espero nos podamos reencontrar en algún punto de este tiempo, siempre estas en uno de los espacios de mi corazón.
P. 🙂
Qué maravilloso relato! gracias por compartirlo
Paty querida, me gustaria mucho me dieras informes del lugar al que asististe o si tienes algun que me recomiendes para asistir, yo vivo en Mexico y estoy planeando ir con mi hermana y mi madre que se encuentra enferma de cancer, que en estos momentos aun se encuentra bien pero que pronto recibira fuertes tratamientos, por lo que me urge llevarla antes de que decaiga su salud y estado de animo, agradeceria mucho me guies como llegar y a quien contactar. Gracias por asesorarme y guiarme por este camino tan maravilloso. Marcela
Querida Marcela, lamento lo de tu madre, pero seguramente con todo el amor, las ganas de vivir y todo lo que se propongan de positivo, saldran adelante. Espero que puedan hacer este viaje, el problema es que no siempre responden rápido ya que cuando están en el interior obviamente no tienen conexión. Te dejo el correo para uqe les escribes, si no recibes repuesta pronto, avísame para ver como te ayudo. El nombre de la persona que me llevó es Jorge y este es su correo: amazonecolodge@gmail.com Y esta es la pagina: http://amazon-ecolodge.com/mayantuyacu/localizacion_Ayahuasca_peru_ayahuasca_mayantuyacu_aguas%20termales_honoria_pucallpa_ritual%20ayahusca_sesion%20ayahuasca_bebida%20ayahuasca_amazon_peru_camping.php.
También querida Marcela comienza a darle a tu mamá, todos los días una cucharadita de bicarbonato con agua, también muchas verduras y canela. Eres lo que comes, recuerdalo. Mantennos al tanto de como te va, bueno?, un fuerte abrazo y mucha fuerza.
Marcela, un querido amigo y escritor peruano que también experimentó con el ayahuasca, me escribió para que te de el chaman con el que él vivió la experiencia, estuvo en Mexico y ahora creo está en Pucalpa, perú, si lo googleas, seguro lo encuentras y con él no tienes que internarte en la selva ni hacer el regimen, aún cuando si puedes, creo que es bueno hacerlo, en fin, ve que alternativa te acomoda … su nombre es Ronald Rivera.
Más abrazos para ti.
Efectivamente, hay un antes y un después del Ayahuasca.
Mil veces recomendado si quieren mejorar y ser más felices.
Yo te tomado ayahuasca Cielo del maestro Humberto Saboya, que es una medicina muy curativa, mis experiencias han sido muy diferentes a diferencia de otros maestros, yo padezco una enfermedad a la cabeza que no coordinaba mis ideas y siempre estaba hablando cosas incoherentes y mas aun tenia una tartamudez muy severa a raiz a de haber tomado Ayahuasca Cielo de este bendito maestro me estoy curando cada vez mas, mi familia se siente muy contenta y sorprendida por los grandes cambio que estoy teniendo en mi salud y en mi tartamudez, he pasado por muchos curanderos y no he tenido tanto progreso y tan rapido como ahora, por eso hay que tomar la medicina con personas que realmente saben de este tema y no sean comerciantes, que solo quieren sacarnos plata y nada mas. Aqui les dejo su email por si acaso estan en busca de una verdadera curacion y medicina email: Humberto_saboya@mixmail.com
Pingback: La evolución de nuestro mundo interior por medio de la ayahuasca | danitza1234
Gracias por compartir tu asombrosa experiencia, se me hace algo impresionante y hermoso. La verdad yo le tengo pánico a las arañas y por ese detalle exclusivamente, no lo haría. saludos.
Bellísimo relato, hermana. Más aún cuando se disfruta en medio de tantas reflexiones sobre Zen, Nagarjuna, Big Bangs, vacíos y metafísica formulada con sintaxis de poetisa.
Efectivamente, y como otros lectores bien apuntaron más arriba: La ayahuasca es un tributo reservado a los valientes.
Volveré por tu blog para seguir leyéndote de cuando en cuando.
In lack’ech.
yo tuve un viaje parecido al de la señora patricia con lsd..me senti uno con todo y con todos
Mi nombre es Silva y quiero saber como viajar para hacer la ayaguaska
Gracias