Manos que alivian
Manos que curan, manos que alivian, manos que son puertas conectoras de senderos donde transita una luz sanadora.
En el hospital FALP (Fundación, Arturo Lopez Perez) se ha implementado un programa en el cual un grupo de terapeutas asisten una o dos veces a la semana para prestar sus manos a los enfermos de cáncer, estas terapeutas son educadas por la fundación MOA, quien las capacita durante meses para ser personas, que a través de un equilibrado plan de trabajo, son capaces de ser canalizadores de energías sanadoras. Eso a grandes rasgos porque en realidad es mucho más.
Después de meses de pruebas y estudios, se ha probado que los enfermos que son atendidos por ellas, sienten alivio después de su tratamiento, y en muchos casos, van sintiendo una sanación fisíca y del alma que los ayuda a con llevar de mejor manera esa enfermedad.
Llevo varias clases en mi proceso de capacitación y cada vez que doy un nuevo paso hacia adelante me siento más pequeña, tal vez porque tomo una mayor consciencia de lo poco que damos, vemos y somos en cuanto a generosidad y entrega y al mismo tiempo más grande por lo que podemos llegar a ser. Me maravillo de la información que recibo, tal vez muchas son ignorantes del legado que están compartiendo, ya que gran parte del material que se entrega es de una gran profundidad, y por supuesto hay un tanto más técnico y médico. En cada clase se concentra maravillosamente el equilibrio, el balance perfécto donde la naturaleza nos otorga todos los dones para vivir sana y milagrosamente.
La semana pasada fue especial por varios motivos, uno de ellos fue el tomar real consciencia de la realidad con que nos enfrentaremos. Por un rato me pasee por los pasillos del hospital, miraba los rostros de los muchos pacientes que esperaban ser atendidos, varias de ellas tenían sus pechos cercenados, sus miradas abatidas, cansadas, y me pregunté ¿será que se pierde la esperanza cuando se carga tanto dolor?. Sí, estoy segura que en muchos instantes el peso debe ser gigante. Me sentía impotente, quería abrazarlas y recoger su desesperanza, decirles que todo iba a cambiar y muchas cosas más que tal vez no comprenderían… les devolví la mirada con una sonrisa tratando de decirles que entendía. Pero realmente nada se entiende hasta qeu no se vive. Eso es un hecho.
Muchas de las terapeutas que van a clases conmigo han padecido de cancer, y si están ahí es porque hasta ahora llevan las batallas ganadas y que grandioso, que aún sin ganar la guerra estén ahí dispuestas a dar habiendo tantas otras que teniendolo todo no son capaces de darse al resto ni por un segundo…, azhares de la vida. Me hace admirarlas silenciosa y respetuosamente. Muchas de ellas son doctoras, psicologas, en realidad hay de todo, pero todas tienen un denominador en común, podrían estar gastándo ese tiempo pen ganar más dinero o tal vez gastándolo, sin embargo están ahí, silentes y entregadas, espectantes y ansiosas, con inmensas ganas de dar, sólo con el sentimiento y deseo de DAR.
Estamos en un período de despertar abrupto, así se ha decretado, (por quién dirán?, por esa fuerza que nos hace inhalar el aire que entra por nuestra nariz día a día), por lo tanto, lo que hagamos y el tiempo que dediquemos a ese hacer depende exclusivamente de cada uno de nosotros. Creo que tomar un sendero que por algunas horas riegue nuestro jardín de una rara dicha no conocida puede resultar una experiencia importante. Sería interesante reflexionar en lo que hacemos por y para gastar el resto de vida que nos queda, que nadie sabe cuánto es. ¿No es una mala idea, no creen?