Krishnamurti y la Vedanta
La tradición Vedanta Advaita hindú y Krishnamurti
Aunque en principio K. niega su adscripción a cualquier tradición, las similitudes de su doctrina con la filosofía Vedanta Advaita son, a nuestro modo de ver, más que evidentes. Los conceptos fundamentales, siempre presentes en su enseñanza, del no dual «Brahman» absoluto, el «avidya» (ignorancia), el «moksha» (libertad), el «Karma» (causación), la «vía negativa» de su método, la aparente y falsa «multiplicidad» del mundo fenoménico e ilusorio («maya»), son todos ellos correlativos a esa antiquísima tradición hindú, que se remonta a los más vetustos «Vedas». Podría decirse que Krishnamurti sería un auténtico «jivamukta» advaita que ve a «Brahman» en todas las cosas, en el sentido de la versión monista (Advaita) del Vedantismo tradicional.
Advaita es una palabra del vocabulario sánscrito que significa «no dos», de manera que se podría traducir por sinónimo de «no dualidad». Sin ser una filosofía religiosa propiamente dicha, Advaita sería una experiencia en la cual no existe la separación entre sujeto y objeto, entre un «yo» y el resto del universo, entre un «mí» y Dios. Es la experiencia más profunda de nuestra naturaleza: la experiencia y vivencia de la Consciencia, que se manifiesta entonces como felicidad, amor o belleza absoluta. Uno de sus máximos y más significados representantes, el hindú Ramana Maharshi al que luego haremos referencia expresa, aconsejaba la «investigación del yo» como método para los estudiantes menos avanzados, en cuyo método el aprendiz habría de mantener la atención enfocada en el origen del «pensamiento-yo» o en el «sentimiento-yo» cada vez que éstos se presentan en su psiqué, y así se llegará a la iluminación en que la atención vuelve hacia su fuente al final de cada pensamiento o sentimiento, y ya no hay necesidad de continuar enfocando la atención, y de esta forma el estudiante más avanzado puede ser llevado directamente a la experiencia de su verdadera naturaleza.
Esta llamada «Vía Directa», utilizada entre otros, además de por el citado Ramana Maharshi, por Sankara, por Sri Ramakrishna, por Nissargadatta, o por otros vedantistas más modernos como Jean Klein o Francis Lucille, o por otros como Consuelo Martín en España, les hace coincidir a todos ellos con Krishnamurti en el sentido de que solo la experiencia del estado de «no-dualidad» sumerge al cuerpo-mente-mundo en un estado de completa paz, felicidad y realización. En lugar de la conocida graduación jerarquica de los teósofos y de los niveles iniciáticos de consciencia postulados por el esoterismo tradicional que prescriben la ineludible necesidad de un ego («manas») maduro y adulto en qué basar la ascensión a niveles superiores de consciencia, K. proclamaba su rebeldía a tales condicionamientos y leyes, por él mismo anteriormente preconizadas, y sintonizaba perfectamente con los vedantistas en la «magia» perfectamente posible de esa vía directa, traducida y acogida en tantas modernas escuelas y chamanes de la devaluada «Nueva Era» por el célebre y manido «salto cualitativo»…, tan opuesto y contrario a la posición reiteradamente sostenida como principio fundamental por la creadora y transcritora de la Doctrina Secreta Helena Blavatsky de que «Ni un solo peldaño de la escalera que conduce al conocimiento puede ser ahorrado. Ninguna personalidad podrá jamás alcanzar o llegar a comunicar con el «Atma» (Yo Divino), excepto a través de «Buddhi-Manas» (Yo Superior)».
Y así vemos la coincidencia y casi comunión de K. con la tradición Vedanta Advaita cuando decía explícitamente: «La actitud basada en la evolución, en el sentido de devenir, crecer, lograr, hasta llegar a la realización final, es falsa. En el momento en que uno percibe en estado de escucha y atención total, se es totalmente libre». La única enseñanza es la comprensión de uno mismo: «Mírense a sí mismos, investiguen dentro de sí mismos, y vayan más allá». «La creación solo puede existir cuando la mente se halla vacía, en total silencio mental». «El conocimiento es solo búsqueda de seguridad. Sólo el discernimiento instantáneo y la percepción directa y total permitirán la negación y disolución del yo». «La verdad se produce cuando solo existe ‘lo que es’ y este ‘lo que es’ es el único pensador». «Cuando no hay un centro -el yo- desde el que se experimente, todos los sentidos son excelentes y están totalmente despiertos, y entonces existe un estado de no-experiencia, un estado de observación pura». En su negación de principios como la reencarnación, el Karma y de cualquier evolución gradual e iniciática, aquel que había comulgado en las fuentes más nucleares de la Jerarquía y que había ejercido las veces de amanuense en la redacción del conocido libro «A los piés del Maestro», terminó expresando de forma reiterada que en su total negación de cualquier tradición o conocimiento «yo incluyo a los teósofos con sus jerarquías, con sus Maestros